Hoy es el día. Por fin llegó el momento que miles de padres a lo largo y a lo ancho del territorio nacional esperaban: los niños y niñas de 5 a 11 años podrán ser vacunados contra el covid-19. Recibirán así un pasaporte a la vida, un regalo de la ciencia que a la vez les abrirá las puertas de la libertad. Podrán volver a las clases presenciales con más tranquilidad para la familia, a las casas de los amigos, a visitar a los abuelos sin temores, a pasear, a jugar en plazas y parques, en fin, a vivir la vida cotidiana de un chico sano y feliz.
La experiencia de haber vivido encerrados, con sus procesos de socialización y educación truncados justo en una etapa de la vida en que están llenos de energía y ávidos de descubrir el mundo, sin duda marcará a fuego a esta generación. Las consecuencias de este encierro y de haber visto a sus padres sumidos en la preocupación seguramente pasarán factura. Pero esos días están llegando a su fin, gracias a que hoy ya pueden recibir las vacunas que las familias e incluso muchos niños anhelaban.
Ahora la pelota está en la cancha de los adultos. Es su obligación moral proteger a sus hijos y profesarles amor en el acto de llevarlos a los vacunatorios para que reciban las dos dosis de vacuna anticovid.
No obstante, está la otra cara de la moneda: es preocupante saber que la población meta de niños de 5 a 11 años es de 979.378, pero al momento de escribir estas líneas hay solo un poco más de 191.000 niños inscriptos por sus padres para recibir la vacuna contra el covid-19. ¿Qué pasa con los padres de los casi 800.000 chicos que no están inscriptos? ¿Necesitan más información? ¿Tienen dudas?
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Es legítimo que los padres se preocupen y quieran recibir toda la información posible. A ellos debe apuntar con fuerza la campaña de concientización del Gobierno, que de tantos recursos dispone. Los pediatras y los maestros, los líderes de cada comunidad tienen que ser capaces de responder a esas dudas y explicar con razones la importancia de que los chicos también sean vacunados. Si es necesario hacer charlas en los barrios, visitas casa por casa.
Las Unidades de Salud Familiar de los barrios, que conocen a las familias de sus comunidades, deben operar con fuerza para lograr que se llegue a la meta. Esta puede ser su prueba de fuego.
Sería una terrible desgracia y vergüenza para el país que dosis de vacunas contra el covid terminaran venciéndose y deban ser desechadas.
Ya están en el país, listas para ser utilizadas desde hoy, 500.000 dosis de Coronavac donadas por Brasil. Y aún se aguarda además la llegada de un millón quinientas mil dosis de vacunas Pfizer pediátricas. Hasta la última de ellas debe ser utilizada, porque eso se traduce en vida y salud.
Por otro lado, debemos llamar la atención sobre algunos aspectos negativos que son responsabilidad del Gobierno. En primer lugar, los niños no llegarán totalmente cubiertos a clases, ya que la segunda dosis de la vacuna Coronavac se aplica a los 30 días de la primera. Así, si la primera dosis se recibe incluso el primer día habilitado, hoy, 31 de enero, quienes la consiguieron llegarán a las aulas sin haber recibido la segunda, ya que las clases empiezan el 21 de febrero.
En el caso de las Pfizer, el lapso de espera entre una y otra dosis es de 21 días, pero el propio ministro de Salud, Julio Borba, admitió que aún no se sabe cuándo llegará el lote. Una vez más, las cosas hechas a destiempo.
Por otro lado, no se entiende el exceso de burocracia. En un escenario en el cual la gente no está ávida de vacunarse, es incomprensible que sigan con el fallido método de aplicar las vacunas según terminación de número de cédula. ¡Por favor! Abran la vacunación para todos los niños de una buena vez. Así lo hará inteligentemente el Hospital de Clínicas, que ya anunció que no se ceñirá a ese sistema.
Otra incomprensible carga burocrática es que pidan que el niño lleve la partida de nacimiento y la cédula. ¿Cuál es la explicación lógica? Si tiene cédula es porque obviamente tiene partida de nacimiento, que ya fue verificada por la burocracia.
¿Es que no se dan cuenta de que cada mínimo obstáculo burocrático es una posible deserción? Los niños deberían poder vacunarse con su cédula de identidad, cuando sus padres puedan llevarlos (y eso implica también a la hora que sus padres puedan), sin horarios reducidos y de lunes a viernes.
Esperamos con ansias que los chicos puedan gozar de sus derechos, tener salud y libertad. Y es responsabilidad de los adultos –padres y autoridades– que así sea. Llevarlos a los vacunatorios es un acto de amor que seguramente sabrán reconocer toda la vida, cuando de adultos rememoren su experiencia pandémica de los años 20.