Se debe garantizar el acceso a una salud pública digna y de calidad

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La semana pasada, niños y niñas internados en el área de hematooncología pediátrica del Hospital de Clínicas tuvieron que soportar las altas temperaturas debido a que los acondicionadores de aire dejaron de funcionar. Este es un hospital público, que depende de la Universidad Nacional de Asunción (UNA). Y si bien es doloroso conocer casos que involucran a niños, la verdad es que los adultos enfermos que acceden o intentan acceder a la atención en el sistema de salud pública no lo llevan mucho mejor. Si algo está democratizado en nuestro país, definitivamente, es el maltrato.

Esta semana se recordó el Día Internacional de la lucha contra el Cáncer Infantil, una enfermedad con la que son diagnosticados unos cuatrocientos niños al año en Paraguay. La recordación fue propicia para que la doctora Angélica Samudio, médica oncóloga del Hospital de Clínicas, pusiera de relieve que la situación de los pacientes oncológicos se agravó con la pandemia del covid-19. Hubo miedo a concurrir a los hospitales, los recursos se enfocaron hacia lo más urgente y todo lo que no fuera covid pasó a segundo plano.

La Dra. Samudio enfatizó la importancia de lograr diagnósticos tempranos y dar los mejores tratamientos a los niños afectados, en busca de que superen la enfermedad o de reducir su sufrimiento.

Pero ¿cómo soñar con tratamientos eficaces y dignos, si otras necesidades básicas no están cubiertas? Solo la semana pasada, los niños y niñas internados en el área de hematooncología pediátrica del Hospital de Clínicas tuvieron que soportar las altas temperaturas debido a que los acondicionadores de aire dejaron de funcionar. Este es un hospital público, que depende de la Universidad Nacional y es uno de los pocos que brinda este tipo de atención específica a los más pequeños. Se trata de enfermos que siguen tratamientos complejos, y necesitan, como mínimo, un ambiente propicio para su recuperación. Si eso no está cubierto, ¿qué más se puede esperar?

Y si bien es doloroso conocer casos que involucran a niños, la verdad es que los adultos enfermos que acceden o intentan acceder a la atención en el sistema de salud pública no lo llevan mucho mejor. Si algo está democratizado en nuestro país, definitivamente es el maltrato.

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La ineficacia del Estado para encarar los problemas de salud del pueblo quedó demostrada recientemente cuando solo en reacción a las publicaciones periodísticas se habilitó el uso del tomógrafo Pet Scan del Instituto de Investigaciones en Ciencias de la Salud (IICS) de la Universidad Nacional de Asunción (UNA), que había sido “inaugurado” con bombos y platillos en noviembre del 2021. Pero tal habilitación sigue siendo una especie de fraude, ya que el paciente deberá pagar un canon que ronda los cinco millones de guaraníes. Si bien se trata de menos de la mitad de lo que cuesta el mismo estudio en el sector privado, el monto sigue siendo inaccesible para la inmensa mayoría de la población. Y este es apenas un estudio diagnóstico, antes de que se indique un tratamiento.

Para la Organización Mundial de la Salud, Paraguay –como otros países menos desarrollados– está en la orilla negativa de la “brecha de desigualdad” en el acceso a tratamientos.

Ocurre con el cáncer, pero también con muchas otras enfermedades, incluso de las más básicas. Decenas de seres humanos que ya están sufriendo son castigados de nuevo, por el solo hecho de estar enfermos y no tener los recursos para internarse en un sanatorio privado o seguir un tratamiento médico en el exterior. En los últimos días, a raíz del caso del pastor Emilio Abreu, que logró acceder a un tratamiento en el Instituto de Previsión Social (IPS), pese a no ser asegurado, saltaron testimonios de personas a quienes los propios médicos recomendaron viajar a otros países, a sabiendas de que en el suyo no encontrarían la respuesta que necesitaban.

Una situación indigna, que no se merece nadie y mucho menos un niño o niña, o un adulto mayor, que debería estar envuelto en cuidados y amor, para salir adelante y sobrellevar su enfermedad con el mínimo sufrimiento posible.

Más allá de la pandemia, cuya atención logró recursos gracias a leyes de emergencia y a donaciones internacionales, existe un mundo de enfermedades crónicas, accidentes, enfermedades raras y de base y hasta cuestiones de salud mental que no pueden quedar desatendidas por la supuesta falta de recursos. Hay que entender que todo lo que no se atienda hoy volverá con más fuerza tarde o temprano y costará mucho más caro.

El derecho a recibir cuidados médicos forma parte de los Derechos Humanos Universales, y su cumplimiento no puede estar sujeto a la mezquindad de los administradores y mucho menos a su ánimo de lucro.

Pronto se cumplirán dos años desde aquel marzo del 2020 en el cual el covid llegó al Paraguay. Muchas cosas han pasado desde entonces, debimos despedir a muchos seres queridos, algunos de los cuales hubieran seguido entre nosotros de haberse administrado correctamente los recursos disponibles. Pero hoy, gracias a la ciencia y las vacunas ese temporal parece amainar y es hora de volver a enfocarnos en cuidar la salud en general de toda la población.

Es hora de intensificar los cuidados de todas las personas que requieren atención. Miles de personas vieron postergados tratamientos y hasta intervenciones quirúrgicas, lo que hizo que sus cuadros se agravaran. Hoy, que ven la necesidad de reanudarlos, deben ser recibidos con los brazos abiertos por el sistema de salud pública, que tiene la obligación de brindar un tratamiento médico de calidad, con insumos asegurados y con calidez humana.