Nadie puede estar en contra de una “política desarrollista” y no cabe la menor duda de que Itaipú, fuente gigantesca de energía limpia, barata y renovable, debe estar en el centro de la misma. ¿Pero qué significa “no rentista”? Si con ello Santiago Peña está insinuando que no reclamará con toda firmeza las rentas que legítimamente le corresponden a Paraguay por su propiedad del 50% de la central, entonces ya podemos vaticinar que esta negociación no servirá absolutamente para nada más que para obtener quizás algunas concesiones a cambio de dejar en lo esencial todo como está, que es lo que pretende nuestro poderoso vecino.
Para decirlo sin rodeos, el Anexo C del Tratado de Itaipú ha sido nefasto para el Paraguay, y lo ha sido porque, en virtud del mismo, hace décadas que se despoja a nuestro país precisamente de esas rentas. El enorme potencial energético creado por la diferencia de altura del río Paraná entre los Saltos del Guairá y la desembocadura del río Yguazú es un recurso natural supuestamente compartido en partes iguales con Brasil. Sin embargo, este se ha llevado el 85% de la energía y el Anexo C se aseguró muy bien de que Paraguay no pudiera, justamente, rentabilizar de manera cuando menos razonable el fruto de la explotación de su valiosísima mitad.
Con el falaz argumento de que Paraguay no tenía la capacidad financiera para construir Itaipú ni para contratar su parte de la potencia, el Anexo C introdujo una serie de astutas trampas, brillantes para el Brasil, leoninas para el Paraguay. La principal es que el socio que no pueda contratar el total de su 50% (es decir, Paraguay) queda obligado a “ceder” al otro socio (es decir, Brasil) su porción sobrante a cambio de una “compensación” (no un precio), cuyo método de cálculo es totalmente arbitrario, no está sujeto a ningún criterio objetivo, mucho menos al valor de mercado de esa energía.
Decimos que el argumento es falaz, en primer lugar, porque Itaipú se autofinanció de principio a fin. Brasil no solamente no sufrió ninguna carga presupuestaria por la construcción de la central, sino que se benefició enormemente con el cobro de intereses, a menudo usurarios, de una deuda que terminó siendo exorbitante, alrededor de 63.000 millones de dólares, en gran parte espuria.
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En segundo lugar, porque, si bien Paraguay efectivamente no tenía la capacidad financiera en los años setenta, sí era dueño de lo principal, que era la mitad del río. Si dos países se unen para aprovechar un recurso común, la pobreza relativa de uno de ellos no puede ser utilizada para privarlo de su parte de los beneficios, antes bien todo lo contrario. Pero fue eso exactamente lo que ocurrió, con la cínica justificación de que “Paraguay puso solo el agua”.
El resultado es que Brasil se lleva hasta el día de hoy la totalidad de su mitad a precio de costo (recordemos que Itaipú es una entidad sin fines de lucro) más la parte no consumida por Paraguay también a precio de costo más un pequeño adicional, el cual, ya con todos los ajustes que ha aceptado “generosamente” con los años, actualmente es de aproximadamente 11 dólares el megavatio/hora, frente a un precio de mercado regional que últimamente ha superado fácilmente los 200 dólares el MWh. El investigador paraguayo Miguel Carter hizo el cálculo con valores reales, con la cotización mayorista de la energía eléctrica año a año, ya descontados todos los costos y las compensaciones recibidas, y la conclusión es que Paraguay ha dejado de percibir cerca de 80.000 millones de dólares que le tendrían que haber correspondido desde que Itaipú empezó a generar.
Ahora la deuda ya está cancelada, la central ya está amortizada, la tarifa (costo de producción) se ha reducido drásticamente en consecuencia, se cumple el plazo para la revisión del Anexo C, no quedan excusas. Por supuesto que nuestro país tiene que maximizar el uso de su energía para su propio desarrollo, que es lo que parece sugerir Santiago Peña. Sin embargo, todavía tiene alrededor de 20 millones de MWh anuales de excedentes en Itaipú y, en el mejor de los casos, aún tardará otra década en completar el consumo de su 50% con la demanda doméstica. En esta negociación Paraguay indefectiblemente debe obtener las rentas que le pertenecen, no le puede seguir regalando su energía a Brasil por otros diez años más, y el Presidente de la República próximo a asumir de ninguna manera puede renunciar a ello.