El cartismo y sus aliados crearon el 7 de agosto una Comisión Bicameral de Investigación sobre el lavado de dinero y delitos conexos, bautizada como “comisión garrote”, que, en realidad, apunta –entre otras cosas– a coartar la libertad de expresión de este diario, por la vía indirecta de poner bajo la lupa al grupo empresarial que lo edita, según lo reconocieron algunos de los propios promotores de la iniciativa. En vez de ello, los legisladores hubieran hecho mucho mejor en interesarse, ya desde hace tiempo, en ciertos vínculos de un integrante del propio Congreso, profusamente expuesto en la prensa nacional y del exterior, el ahora fallecido diputado Eulalio “Lalo” Gomes Batista (ANR, cartista), que en 2023 declaró un patrimonio neto de más de 952.000 millones de guaraníes (130 millones de dólares).
Esos lazos también ya eran conocidos por la Secretaría Nacional Antidrogas (Senad) a más tardar desde el 8 de diciembre del año pasado, día en que fue allanada en Pedro Juan Caballero una casa de la firma agropecuaria Salto Diamante, entre cuyos accionistas figuraba el legislador citado. Según las publicaciones, en ese establecimiento se había refugiado un miembro de la organización criminal Comando Vermelho, que se dio a la fuga abandonando su vehículo. A fines de marzo, un medio digital brasileño reveló que, según fuentes oficiales, el recién fallecido diputado lo había transportado en su propia camioneta, sin que la información –reproducida en nuestro país– haya conmovido a los hoy indignados congresistas paraguayos. Tampoco a esta “comisión garrote” le preocupa que casi en similar situación de denuncia se encuentra el senador Erico Galeano (ANR, cartista), acusado penalmente por lavado de dinero del narcotráfico y asociación criminal.
Asimismo, nadie propuso crear una Comisión de Investigación, como la que el Senado conformó hace diez años, para descubrir que varios diputados tenían vínculos con el submundo del delito, como también los habría tenido el exdiputado Ulises Quintana, acusado en 2019 por los mismos hechos punibles que hoy el Ministerio Público atribuye al senador Galeano.
Si de investigar se trata, el Congreso debería empezar por ocuparse de sí mismo, antes de proyectarse hacia fuera. Aunque las declaraciones juradas sean una “bolaterapia”, al decir del senador “Trato apu’a” Silvio Ovelar (ANR, cartista), podría intentar tomarlas en serio y averiguar de dónde salen los fondos que financian las campañas electorales. Es muy difícil ser juez en causa propia, pero al menos deberían dar a la ciudadanía la impresión de que no desean tener en sus filas a agentes del crimen organizado dotados de fueros. Tal como están hoy las cosas en este ámbito, el Poder Legislativo no goza de autoridad moral para investigar hechos punibles.
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En vez de intentar amordazar la prensa libre y a las personas que ejercen la libertad de expresión, los legisladores cartistas y sus aliados deberían resistir la tentación de actuar como testaferros de la mafia nacional o extranjera. Ya es un lugar común eso de que el crimen organizado está inserto en todas las instituciones, tanto que ya apenas despierta la indignación necesaria para emprender la patriótica tarea de limpiarlas.
Sería en extremo deplorable que esta sociedad se habitúe a que un parlamentario esté al servicio del crimen organizado, que no escatima el asesinato cuando sus intereses están amenazados, tal como lo demostró la vida truncada del agente fiscal Marcelo Pecci. Para instalar una Comisión Bicameral de Investigación hay que tener las manos limpias, algo que resulta difícil en un ambiente putrefacto. Para amedrentar, basta con ser prepotente: nada más fácil para quienes hacen del “mbarete” un estilo de vida que puede ser bastante rentable, incluso a la sombra de un patrón.
Resulta odioso abrir una pesquisa parlamentaria que afectará la libertad de prensa, bajo la apariencia de combatir hechos punibles. Los promotores deberían mirarse en el espejo: si fueran sinceros consigo mismos, llegarían a la conclusión de que no tienen la autoridad moral para examinar la conducta de nadie.