Sobre conversaciones y otros temas

Entonces era antes. Las conversaciones tenían un valor especial, lleno de calidez, que se están diluyendo, tal parece, porque las redes sociales se han convertido en una manera casi masiva de hablar. No es que quiera yo encontrar defectos o mal aliento a las conversaciones virtuales, ni mucho menos. No. De ninguna manera.

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Se trata solamente de hacer hincapié en este espacio sobre aquel acto de sentarse al lado de un amigo, y empezar a hacer el recorrido por las palabras, y entrar en las pausas y en los suspiros que el tema en cuestión va despertando. Había tiempo atrás la posibilidad de contar algo, lo que diera pasión a la charla, al interlocutor circunstancial, mientras se observaba su rostro ganado por la sorpresa.

La pedagogía de la conversación debería ser analizada por los expertos en esta década en que hasta la psiquis está pendiente de Internet.

Hablar es un acto de liberación muchas veces. Cuando te encuentras mal, cuando los proyectos no prosperan como hubieras querido, cuando tienes problemas de orden económico o anímico, buscas a alguien de tu confianza y le vas contando lo que te oprime y te sientes liberado. Te liberas a través de las palabras. O del llanto. En estos momentos hago la reivindicación del llanto pues con él se van las penas. O parte de ellas.

No soy de conversar tanto. Nunca fui de hablar mucho. Mi conversación no sale de los parámetros de lo usual. Y se entiende por usual hacer algunas consideraciones sobre el clima, la política, la salud y la economía. Claro que si me preguntan sobre poesía y otras yerbas me apasiono y reivindico la importancia de la buena lectura, el conocimiento del derecho y del revés de la versificación, y hablo, y hablo, y hablo.

Ya que he tocado el tema de la poesía, a cualquiera que me quiera escuchar le digo (con todo respeto) que se desplace en el territorio sencillo de la palabra cuando versifica.

¿Quién en este mundo que es un gran Google tendrá ya el tiempo ni las ganas de leer poemas que son el abuso de lo abstracto?

Espero sinceramente no herir la susceptibilidad de ningún vate, de ninguna poetisa de estos lares y de otros países, pero hay que caer en la cuenta, si se tiene un gramo de autocrítica, que lo sencillo tiene un valor universal. Salir de lo sencillo conlleva cierto riesgo...

Recuerdo mis conversaciones con mis amigos de infancia en Villeta. El clima agradable a la sombra de los árboles, el canto de las cigarras, los chistes que nos contábamos, las carcajadas con que celebrábamos el chiste o la torpeza de alguna rezagada que no lo entendía, eran un plus para nuestro ánimo naturalmente festivo.
Hoy por hoy los chicos están prendidos en demasía a su Facebook.

Viven con las expectativas puestas en los mensajes, en las ideas que han colocado en su muro y aguardan hasta con ansiedad que alguien le dé un gusto. No critico. No me interesa criticar.

No manejo sino conceptos básicos y elementales sobre el messenger, lo que me quita todo derecho a hacer críticas. Y no me gusta hablar por hablar.

En fin. ¿Cuándo se dará el día en que leamos en las redes cosas así?:

-Don Gumersindo. Se nos casa la hija del compadre Hermenegildo y tuito mi ganado está gordo.

- Felí de usté, porque mi vaca anda ya cojeando y va ser faenada. Mi amigo Zoilo, mejor que venga pa mi rancho y hablamos tranquilos mientras le bajamos mates al hilo.

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