Prohibido morir en Pto. Elsa

En Puerto Elsa (Nanawa) está prohibido morirse. El cementerio quedó semisumergido por la crecida.

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De sus ocho mil habitantes, unas 400 familias sobreviven en los sobrados y en la segunda planta de sus casas. El intendente Catalino Añazco es uno de ellos. En esta entrevista describe el drama de la inundación que llegó hace dos meses y se apoderó como una plaga silenciosa de la población.

–Si el 90% está bajo agua, ¿dónde están todos?

–Muchos cruzaron a la parte de Clorinda, especialmente la gente que tiene criaturas. Muchos niños entran en la escuela en el lado argentino y les conviene estar cerca para no perder clases. Otros se fueron a Puerto Falcón. Unas 80 familias están en un albergue que le llamamos Plaza de la Emergencia. Los de la Municipalidad pusimos la mano de obra con los materiales que nos facilitó la SEN. En total estamos todavía unas 400 familias dispersas.

–¿Cuántos habitantes tiene Puerto Elsa?

–Somos cerca de ocho mil habitantes. En general, la gente no se queja por el albergue que nuestros vecinos nos dan. La colaboración siempre fue mutua. Pero no es tampoco tanto como están pintando. Muchos sobreviven con los materiales que provee la SEN (Secretaría de Emergencia Nacional) en el lado argentino. Los víveres son los que ya no llegan ahí. Al final nada es mejor como estar en tu propia casa.

–Debe ser muy dura la vida del inundado.

–Bastante. En general la gente es solidaria. Al comenzar nuestro drama, lógicamente hubo mucho recelo. Nuestra política es abastecer a los damnificados en forma ordenada, casa por casa, en forma conjunta con el cura párroco, Leonardo Coronel, para que nadie desconfíe. Se hace un censo y entregamos. El centro de operaciones es la parroquia Santa Teresita.

–¿Cómo sobreviven?

–La canoa, el bote es fundamental. Yo vivo cerca de la pasarela. Está totalmente bajo agua. Estoy con mis hijos y otras dos familias en la segunda planta. Estamos apretaditos. Es como una cancha de fútbol repleta de público. Con nosotros está una anciana que recogí, que está sin parientes. Le alcé pero le voy a llevar a Asunción. No se puede quedar porque tiene que estar medicada. Hay otro muchacho al que le conoce toda la comunidad. Le dicen “Shuka”. Le di un espacio con otro señor para que se acomoden. No tienen familiares. No tienen donde irse...

–¿Hay mucha gente de ese tipo: inválidos, ancianos, gente con alguna deficiencia intelectual?

–Hay de todo. Lo doloroso es que no podemos ayudar a todos por falta de recursos. Cada día que pasa hay cada vez más compromisos y no hay forma de cumplir. Entonces, no nos queda más que compadecernos.

–Muchas casas están sumergidas.

–La mayoría son casas de gente muy humilde. Algunas ya se derrumbaron. Cuando baje el río seguramente ya no van a encontrar sus casas. Es un golpe muy fuerte.

–¿Cómo hacen con los enfermos?

–Hasta ahora no tenemos nada muy grave. La vez pasada se tuvo atención médica en un lugar, cerca de la pasarela. Los médicos vienen dos veces a la semana. Si es más grave van a Clorinda.

–Y ¿qué hacen con los muertos? El cementerio está bajo agua.

–Gracias a Dios en esta crecida no tenemos todavía muertos. Menos mal yo ya hablé con el intendente de Falcón. Me cedió su camposanto. Si llego a tener muertos ya hicimos los trámites para enterrarlos en Falcón. Es imposible enterrar en el agua.

– Está prohibido morirse en Puerto Elsa...

–(se ríe) Está prohibido. Damos gracias a Dios que no haya pasado todavía. No hubo ningún accidente fatal hasta ahora por el tema del agua, electricidad, ahogados o por efecto de un derrumbe.

–¿El intercambio comercial sigue con Clorinda?

–Mermó mucho, pero eso no puede parar. Con este tema del mundial vendimos muchas banderas y camisetas argentinas que vienen de Asunción. La gente vende en la zona comercial.

–Nadie se preparó...

–Nadie, la verdad. Se calculó que se iba a venir la crecida, pero no de esta forma tan dramática. Cada día que amanece es peor. Muchos no pensaron que iba a subir tan rápido y se encontraron con su mesa, sus sillas, heladera, lavarropas, todos sus enseres bajo agua.

–No es una tormenta que dura una o dos horas.

–Son dos meses. Al llegar a mi casa, me tengo que bajar al agua para entrar. Toda la gente de la localidad anda con botas. Yo ando con botas hasta para ir a Asunción. No me puedo estar poniendo y sacando según las circunstancias. No hay tiempo.

–Debe ser estresante...

–Lo más difícil es no contar con rubros suficientes. La Municipalidad está bajo agua. No tenemos luz ni sistema informático, nada. La institución dejó de funcionar. No podemos recaudar, pero los funcionarios trabajan más que antes, de lunes a lunes. No hay día feriado.

–¿Cuál es la mayor necesidad?

–Víveres, agua potable y el bote. No tener bote es como no tener pies y manos. Uno tiene que pedir socorro al que pasa. El pasaje cuesta entre dos y cinco mil. De otra forma uno no puede moverse. Para ir a la despensa y volver o llegar al puesto de salud puede costar 10.000 guaraníes como mínimo.

–¿Qué es lo prioritario cuando vuelva la normalidad?

–Reconstruir la comunidad. Las calles y las casas están destrozadas. Estamos como en Venecia, pero nuestro presupuesto es de 800 millones. Solo con ayuda del Gobierno vamos a poder recuperarnos más pronto.

–¿Es posible aislar la población de la inundación?

–Es posible, pero con ayuda del Gobierno. En Puerto Elsa convergen los ríos Negro, Pilcomayo y Paraguay. Clorinda tiene un muro que le protege. Tiene una ruta sobre el muro. Yo creo que todo el litoral de Asunción tiene que estar protegido por un muro de esa manera.

–Es la capital...

–Hay que invertir mucho. El gasto para volver a la normalidad va a ser millonario. Somos miles los perjudicados que podíamos estar trabajando normalmente y no podemos por culpa de la inundación.

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