Es difícil precisar a quién se le ocurrió realizar las réplicas de las primeras imágenes que llegarían a los hogares paraguayos moldeadas en barro, madera o yeso.
Lo cierto es que en todo nicho, repisa o pequeño altar católico marca presencia la Virgencita de Caacupé. Más grande o más pequeña, en su gruta o sobre un pedestal, la luz de las velas la iluminan siempre. Y allí recibe las plegarias del santo rosario, la Salve o cualquier oración que despierta fervor.
Los cánticos y poesías más populares a la Virgen datan de los tiempos de la Guerra del Chaco, y por la misma época es probable que se hayan popularizados las imágenes, primero en estampas y luego en tallas.
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En su libro La Virgen de Caacupé, Miguel Ángel Guillén Roa cita que durante la Guerra del Chaco “ningún paraguayo se iba al Chaco sin antes pedir la bendición a la Virgen. Es probable que ninguno haya muerto sin la medallita de la Virgen de Caacupé al cuello. Los que caían prisioneros mantenían en su desgracia al menos el recuerdo de la Virgen, y siempre tenían una promesa que cumplir”.
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Es muy probable –aunque no tengamos ninguna documentación ni certeza– que luego de la contienda los promeseros hayan querido llevar a sus casas la imagen venerada.
Devoción que trasciende generaciones
El Pbro. Hugo Fernández, director de Bienes Culturales y Patrimoniales de la Arquidiócesis de Asunción y cura rector de la iglesia de La Encarnación, nos recuerda esa devoción que se preserva en cada hogar católico paraguayo, en primera persona.
“La presencia de la Virgen de Caacupé en mi familia siempre ha estado de manera muy directa. Una pequeña imagen de terracota que perteneció a mi abuela era la protagonista de muchos acontecimientos dentro del hogar, las velas encendidas los lunes en la tarde en memoria de los difuntos, o en caso de terribles tormentas, o en las situaciones en donde la condición económica no estaba nada buena eran las postales que tenían a la imagen de la Virgen de Caacupé como marco y protagonista”. También detalla que “ella intercede por nuestros difuntos, ella escucha las súplicas ante el miedo y el peligro en las tormentas de la vida. Ella era el consuelo en los momentos en donde ni siquiera tener el sustento diario para la comida era seguro, ella –según la firme convicción de mi abuela– responde siempre, silenciosa, pero efectiva siempre”.
Ese recuerdo –agrega el religioso– lo traigo hasta el día de hoy, en mi ministerio sacerdotal. “Siempre le pido a nuestra madre del cielo que no deje de interceder, sobre todo, por aquellos que están pasando peores momentos que uno mismo”.
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El sacerdote menciona algo común a todos los paraguayos católicos: “Una imagen de terracota, de quién sabe qué año, de quién sabe de qué mano habrá sido moldeada, ella en el anonimato al igual que cientos, o miles de figuras como esta representan y manifiestan en los hogares paraguayos el gran consuelo de contar con una madre en el cielo”.
Y lo ratifica por propia experiencia: “Entre los tesoros más preciados que poseo y que me acompaña siempre está esta figura, la pequeña imagen de barro, tierna, sencilla pero elocuente que perteneció a mi abuela”.
Inspiran y ayudan a meditar
El sacerdote señala que “las imágenes religiosas inspiran, ayudan a meditar el misterio, y, sobre todo, ¡son signos visibles de realidades invisibles! Además, las imágenes manifiestan el arte creativo del hombre y el arte siempre manifiesta un acercamiento al gran artista, que es Dios”.
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Lastimosamente –prosigue– la imaginería religiosa en el Paraguay poco a poco ha perdido su encanto, especialmente en las imágenes de barro elaboradas a partir de moldes reutilizables de manera casi infinita por los artesanos. “El apuro por entregar grandes cantidades también suma al detrimento de la estética de las imágenes que muchas de ellas, y especialmente las referentes a la Virgen de Caacupé, se presentan hoy día en las romerías, las ferias y las funciones permanentes en la villa serrana como figuras muy mal pintadas, mal elaboradas, con signos y símbolos que nada tienen que ver con el misterio cristiano, burdas imágenes que, en vez de realzar la belleza, pareciera que hacen mofa de la Virgen”, cuestiona.
En su remate expresa un anhelo: “Ojalá los artesanos poco a poco vuelvan a tener las delicadezas de las líneas y formas que antes deban tanta belleza a las imágenes de la Virgen”.
Una caja musical
Una curiosidad representa esta caja de música que dataría de fines de la década de 1960. Tiene la música Himno a la Virgen de Caacupé. En la parte inferior lleva la inscripción en italiano Inno alla Madonna Di Caacupe - Made in Switerland y el sello de la fábrica Thorens. Según el destacado investigador y poblador caacupeño Agustín Talavera, fue encargado en tiempos de Mons. Demetrio Aquino.
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