Desde la primera semana de diciembre, una persona abre el calendario y no ve días: ve cenas. La del trabajo, la de los amigos del colegio, la de la familia política, el intercambio de regalos. Antes de pensar en los horarios, piensa en las calorías. “Este año sí me voy a cuidar”, se promete, mientras guarda en el cajón la caja de turrones que alguien llevó a la oficina.

El mes que, en teoría, celebra encuentros y descanso se convierte en una pista de obstáculos: evitar el pan dulce, contar copas de vino, negociar con el postre. En redes sociales desfilan mensajes que alternan entre la culpa y la burla: “Operación bikini”, “Quemar el pavo en el gimnasio”, “Permitirse solo un antojito”.
Lea más: Digestión en paz: cinco trucos pre y post-cena para evitar la hinchazón y la acidez navideña
“Diciembre concentra todas las presiones: la de convivir, la de disfrutar y la de seguir cumpliendo con un ideal de cuerpo”, explica una nutrióloga clínica consultada. “El problema no son las cenas, sino la idea de que un mes puede ‘dañar’ todo lo que somos”.
La culpa y el perfeccionismo
Psicólogos de la conducta alimentaria advierten que esta mezcla de culpa, comparación y perfeccionismo es terreno fértil para conductas de riesgo: ayunos compensatorios, ejercicio excesivo, atracones seguidos de vergüenza. No siempre se verbalizan, pero dejan huella en la forma de relacionarse con la comida… y con uno mismo.
Todos los beneficios, en un solo lugar Descubrí donde te conviene comprar hoy
Frente a ese ruido, algunas personas están ensayando otra ruta. Cambian el “no puedo comer eso” por preguntas distintas: “¿Tengo hambre?”, “¿Esto me apetece?”, “¿Cómo quiero recordar esta cena?”. La alimentación intuitiva y el enfoque de salud en todas las tallas ganan espacio en consultas, blogs y conversaciones.
Lea más: Cómo enfrentar la presión social en Navidad y disfrutar las festividades
“Cuidarse no es llegar a enero con el mismo peso”, resume una psicóloga especializada en imagen corporal. “Es poder sentarse a la mesa sin miedo, con límites propios y sin que el plato dicte el valor de la persona”.
El desafío de este año no será evitar el postre, sino algo más profundo: dejar atrás la presión de “mantenerse perfecto en las fiestas”. Brindar, por primera vez, por un diciembre menos exigente… y un poco más libre.
Tres tips para lograrlo
- Reordenar el foco interno: en vez de medir éxito en calorías, evaluá señales reales del cuerpo como saciedad, energía y sueño. Esto desplaza la conversación del control rígido a la autorregulación informada.
- Redefinir el escenario social: anticipá situaciones donde la comida se vuelve examen. Cambiá el guion: priorizá conversación, rituales y vínculos. Cuando el entorno deja de ser “campo de batalla nutricional”, baja de inmediato la presión.
- Diseñar límites psicológicos simples: establecé dos o tres reglas realistas, no punitivas, que puedas cumplir sin vigilancia constante. Por ejemplo: comer en plato, no picar de pie y pausar antes de repetir. Pequeñas estructuras reducen la obsesión sin caer en la restricción extrema.
