El desafío, superar el estigma

Tras 14 años de prisión, Juan Antonio Pérez ya no quiere hablar de cómo fue a parar a Tacumbú. Lo que más le preocupa es que la gente entienda que “todos merecemos una oportunidad”, y ya no traten a los internos y exconvictos como “basura de la sociedad”.

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Parecía un poco incómodo con la grabadora y las cámaras que lo captaban, y no nos miró de manera muy amistosa cuando nos acercamos. Pero, de pronto, comenzó a hablar, y una vez que arrancó, ya no se detuvo.

Su nombre es Juan Antonio Pérez, tiene 33 años, y hace 14 está recluido en Tacumbú.

Su historia es complicada, y no desea hablar mucho de ella. Prefiere hablar de sus hijos.

Es papá de una nena y dos varones. Sus ojos brillan cuando habla de sus pequeños. Con su señora, las cosas están “más o menos”, dice y sonríe al contarnos que ella viene a verlo frecuentemente. “Se plaguea siempre, como todas las mujeres. Normal eso es”, bromea.

A sus hijos casi no los ve, prefiere que no vengan al penal. Eso sí, los ayuda económicamente. Desde la cárcel, trabaja fabricando carteras, termos, llaveros, todo lo que sea artesanía en cuero. “No quiero nada para mí, todo lo que gano es para ellos nomás”, comenta.

Pese que intentamos charlar, no quiere contarnos exactamente el motivo por el que está en prisión. “A veces, la necesidad te obliga a hacer cosas y no te das cuenta, más aún si tenés familia”, eslo único que dice, con un aire triste.

Los primeros años antes de entrar al pabellón Libertad, Juan Antonio los pasó en las celdas comunes, o como el dice “el pasillo jetu'u”. Sin embargo, aguantó, y después de lo que vivió allí, está seguro de que ya no hay nada en la vida que lo pueda quebrar.

Lo que sí le duele un poco, según nos contó, es el prejuicio. “Muchos nos consideran a nosotros, y a los que salen recién, como una basura de la sociedad, es duro pero es así. Pero acá también mucha gente cambia y sale adelante. Todos somos seres humanos, nos equivocamos. Todos merecemos una oportunidad”, reflexionó.

Juan ya pagó los años que le correspondían por su primera condena. Hace casi tres que está retenido por otro proceso-tenencia de estupefacientes- pero aún no tiene condena.

Cuando le preguntamos por su familia grande, sus padres, su abuela, prefiere el silencio y niega con la cabeza. Por su mirada pasan recuerdos que le duelen.

Antes de caer en prisión, su sueño era ser competidor de Artes Marciales Mixtas (MMA por sus sigras en inglés). Incluso llegó a participar en algunas competencias. Pero ahora ya no piensa tanto en ese viejo anhelo. Su mayor aspiración es lograr la libertad, recuperar el tiempo perdido a lado de sus hijos, y sobre todo, tener un medio subsistencia para reinsertarse en la sociedad, sin tener que llevar a cuestas el estigma de expresidiario.

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