Martín*, un joven de entre 20 y 25 años plenamente identificado por ABC, contó que había regresado de Nueva York hace casi tres semanas, cuando el brote en Estados Unidos empezó a descontrolarse. En el aeropuerto, en Luque, le pidió a su familia que le facilite un vehículo y víveres, para ir directamente a una quinta a las afueras del área metropolitana y aislarse.
En esa fecha las fronteras aún no se habían cerrado y la recomendación del Ministerio de Salud era que todos los viajeros guarden cuarentena en sus casas. Ahora, ya los que retornan en vuelos humanitarios son derivados a cuarteles y recientemente se dispuso que los casos confirmados de COVID-19 sean aislados en instalaciones estatales.
Al cuarto día de cuarentena, Martín tuvo dolor de cabeza y febrícula, pero no presentaba tos u otro síntoma. Fue en auto al Instituto Nacional de Enfermedades Respiratorias y del Ambiente (Ineram), Asunción, en donde le relató al personal médico que acababa de volver del extranjero de una ciudad de alto riesgo.
Pero allí le indicaron que no se le podía hacer la prueba para saber si estaba contagiado con coronavirus, pues le diagnosticaron una alergia. Le recomendaron que siga la cuarentena y que solo en caso de presentar nuevos síntomas llame a las líneas de atención habilitadas.
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Retornó a la casa quinta a cumplir el resto de su aislamiento, pero la madre no se quedó conforme. Contó que su mamá llamó a los números y a distintas instituciones de Salud Pública para exigir la prueba de COVID-19. Tras la insistencia, médicos se apersonaron a hacerle la prueba, que dos días después dio positivo.
Amenazas de vecinos
El rumor de que Martín retornó del extranjero y que estaba contagiado de COVID-19 movilizó a los vecinos. Se estaban organizando por WhatsApp para hacer un cacerolazo y exigir que salga del barrio.
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Agentes de policía de la comisaría local le informaron al joven que estaban preocupados por su seguridad, pues también circulaban audios amenazantes. Le facilitaron a Martín números de teléfonos para una intervención rápida, en caso de que los vecinos intenten lastimarlo.
Nuevamente la madre intervino y pidió auxilio al Ministerio Público. La Fiscalía abrió un expediente por presuntos delitos informáticos y notificó a todos los vecinos sobre la investigación en curso. “Eso ayudó a que los ánimos se calmaran”, cuenta el joven.
Más solidaridad
Martín cuenta que pasó su cuarentena con su perro, el único que le brindó compañía. Pero prefería estar solo que arriesgar la vida de su familia. Remarca que estaba en constante contacto con una médica del Ministerio de Salud, quien hasta en una ocasión le llevó fósforos porque se le acabaron y no iba a poder cocinar más.
Tras 15 días de aislamiento se le hizo una nueva prueba y salió negativo. En el día 17 se le hizo otra y volvió a dar negativo, por lo que fue dado de alta, hace dos días, con la recomendación de usar por una semana más tapabocas.
Pero el joven contó que completará una cuarentena de 30 días, para estar totalmente seguro de que no pondrá la vida de terceros en riesgo. “No quiero tener en la conciencia, saber que yo le contagié a alguien. Eso sería horrible para mí, por eso me aíslo”, remarcó.
Finalmente, pidió más solidaridad a sus compatriotas. Recordó que cualquiera puede contagiarse y todos pueden ser víctimas de la discriminación.
*El nombre es ficticio, para proteger la identidad del entrevistado.


