Cuánta falta le hace un Jeporeka a nuestra política

De una feliz iniciativa más de la gran Berta Rojas nació el proyecto Jeporeka, para seleccionar figuras jóvenes con el objetivo de renovar la música paraguaya. Jeporeka descubrirá, sin duda, nuevos talentos en el arte de la musa Euterpe. Cuánta falta nos hace también un Jeporeka para otra renovación necesaria: la de nuestro panorama político.

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Jeporeka es un término guaraní que según el Diccionario etimológico-gramatical de Félix de Guarania significa “rebuscar, hurgar con las manos”. Está conformado por el pasivo “je”, la palabra “po” (mano) y “reka”, que significa buscar algo o a alguien. Pero este término no se debe traducir solo como “buscar”, pues manifiesta algo más: una búsqueda meticulosa, apartando las cosas superfluas (de ahí el uso de las manos) para explorar enérgicamente en pos de lo esencial. Jeporeka es, más que un mero vocablo, un concepto.

La política necesita también un jeporeka que apunte al aire fresco que nos puedan traer políticos nuevos con conciencia republicana, con mentalidad institucionalista, que entiendan que el poder no es un objetivo para aprovecharse de él con artera pretensión sectaria, sino un posicionamiento para conducir al país hacia la prosperidad colectiva en todos los órdenes.

Los partidos tradicionales, y aun otras agrupaciones minoritarias, dejaron de practicar en sus filas el jeporeka que tratara de hallar mentes más brillantes, espíritus más idealistas, conductores más eficaces para la República.

Por el contrario, cada vez albergan más mentes chatas, espíritus mediocres y oportunistas que actúan como bellacos ante el botín estatal. Los partidos o los movimientos han olvidado su condición de escuelas de civismo y de forjadores de políticas, y se convirtieron primordialmente en laboriosos e infatigables mecanismos para deglutir el “bolo alimenticio” estatal.

El Jeporeka de Berta vale como paradigma. En política la idea pasaría por convencer a partidos y a otras organizaciones para que rebusquen en sus filas y sustituyan sus escombros por materiales superiores sobre los cuales sea posible erigir una democracia de calidad. Es imperioso un jeporeka en busca del sentido perdido: el sentido de la decencia, la eficacia y la humanidad.

Los dirigentes partidarios debieran observar las reacciones ciudadanas cada vez más ostensibles ante la corrupción, los abusos y las arbitrariedades. Los cambios suelen tardar en el Paraguay, pero llegan, tarde o temprano.

Berta Rojas ideó un Jeporeka para revitalizar nuestra música. Igualmente, la política necesita una urgente renovación: su Jeporeka propio para seleccionar mejor a quienes deben oficiar la transformación de tantas malas prácticas en la administración de lo público. De lo contrario, la vieja política seguirá hundiendo al país con el peso de su perversión.

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