La fiesta mariana recupera el protagonismo de sus devotos

A un año de una atípica festividad de la Virgen, aún queda en el recuerdo la fantasmal imagen que se vivió aquel 7 y 8 de diciembre de 2020 en Caacupé. La pandemia impidió la presencia de peregrinos, pero como el mal no está llamado a triunfar, poco a poco la caravana de promeseros da de nuevo vida a la mayor fiesta fe mariana.

Monseñor Ricardo Valenzuela solitario en la explanada de la Basílica el 8 de diciembre de 2020 cuando la pandemia obligó a suspender la celebración mariana más grande del país.
Monseñor Ricardo Valenzuela solitario en la explanada de la Basílica el 8 de diciembre de 2020 cuando la pandemia obligó a suspender la celebración mariana más grande del país.FERNANDO ROMERO

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La historia señala que antes de la última prohibición de presencia de gente en los festejos de la Virgen de Caacupé, en cinco ocasiones (1899, 1911, 1918, 1922 y 1968) no fueron programados los actos religiosos masivos, por epidemias o revueltas políticas. La generación actual conoce muy poco de aquellos acontecimientos por las limitaciones de la época para acceder a la información.

Sin embargo, el año pasado fue testigo de los efectos de una pandemia, en este caso del covid-19, que en aquel diciembre ya costó la vida a miles de compatriotas.

Aquél 7 de diciembre de 2020 fue fantasmal. Toda la atención de la prensa estaba en Caacupé. Las radios y los canales de televisión mostraban una ciudad desierta, custodiada por policías. Desde la Iglesia, la orientación era no ir a la basílica, quedarse en casa y seguir la transmisión por los medios de prensa.

En ese ambiente transcurrían las horas. Y a medida que caía la noche, hasta daba miedo caminar por una ciudad desierta. El silencio era total, los perros ladraban, se podía escuchar el paso de los vehículos. De repente, a la medianoche, el estruendo de bombas y fuegos pirotécnicos anunciaba el día de la Virgen. La luz venció a la noche, era todo color por encima de la basílica, pero luego volvió el silencio.

Sin la multitud

La plaza de la basílica, las calles adyacentes, que en otras vísperas eran un mar gente, estaban vacías. Ni un alma caminaba por la zona sacra. Transcurrían las horas, hasta que el trinar de los pájaros anunciaba un lento amanecer. Cercana a la hora indicada para la misa por la fiesta de la Inmaculada Concepción de María, que fue establecida para las 7:00, apareció el celebrante con ornamentos blancos. Se dirigió al extremo de la plaza. Miró a los costados, como no queriendo creer lo que veía. La plazoleta vacía era desolador. Era Monseñor Ricardo Valenzuela.

El obispo saludó al grupo de periodistas y luego miró hacia la basílica e inició su caminata hacía el templo. A paso lento, mirando de nuevo a los costados, llegó a la explanada. Desde allí el panorama era desolador. Sin la multitud, parecía que la feligresía abandonó a la Virgen. Ya en el interior del imponente templo, el obispo inició la atípica celebración. Las intenciones eran por el fin de la pandemia, para el reencuentro con la protectora.

Vuelven los devotos

A un año de aquella suspensión de la presencia de fieles, poco a poco las caravanas de promeseros ascienden de nuevo las lomas de Caacupé para estar junto a la Virgen. El levantamiento gradual de las restricciones hizo posible que la gente de nuevo esté en Caacupé desde hace un tiempo. Esta posibilidad de estar junto a la Virgen no debe llevar a irresponsabilidades. La pandemia sigue amenazante con nuevas variantes y la única forma de enfrentarla es cumpliendo el protocolo. A partir de hoy, los organizadores limitarán la presencia de la fieles en las misas. Solo un poco más de 15.000 personas estarán en la plaza y calles adyacentes para participar de las misa.

Las autoridades sanitarias recomendaron que solo los vacunados asistan, y ya en el lugar usar el tapaboca, mantener la distancia y desinfectarse con alcohol. Cumplir las orientaciones permitirán seguir ganando a la pandemia.

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