Las actitudes populistas

El presidente Manuel López Obrador exige a España que pida disculpas por las barbaridades que los conquistadores cometieron en México hace cinco siglos. El nuevo presidente peruano, Pedro Castillo, también se pronunció por la reivindicación histórica. No es nuevo el reclamo a España porque condene sus abusos de antaño.

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En su primer discurso como presidente, Castillo dijo que no gobernará desde el palacio “Francisco Pizarro”, la Casa de Gobierno que lleva el nombre del conquistador español. Y agregó: “Debemos romper con los símbolos coloniales”. Pero se valió de esos símbolos al hacer su pedido: juró en castellano y sobre la Santa Biblia, bajo la mirada del monarca español a quien había invitado. ¿Para tener a un rey en su asunción al mando o para hablarle de Pizarro?

Hasta el 28 de julio de 1821, cuando San Martín liberó al Perú de los españoles, Lima fue el centro de la contrarrevolución en Sudamérica. Fue en Lima, el 5 de julio de 1731, donde José de Antequera y Juan de Mena pagaron con la vida el sueño libertario de la Revolución Comunera.

Se cometieron atroces abusos, sin duda. Esta anécdota es ejemplar: Un cacique fue condenado a morir en la hoguera. Estaba ya amarrado al palo cuando se le acerca un sacerdote “para instruirlo en las cosas de la religión”. Si creía en aquello que el sacerdote le decía, se iría al cielo para disfrutar de la gloria eterna.

-¿Hay cristianos en el cielo? –preguntó el cacique

Cuando el sacerdote le contestó que al cielo iban los buenos cristianos, el cacique exclamó:

-No quiero ir donde esté tan cruel gente.

También en el Paraguay tenemos cosas que reclamar. En octubre de 1660, por caso, la terrible represión de los españoles a los indios guaraníes que se sublevaron en Arecaya a causa de los crueles tratos que recibían a diario. También tenemos la desaforada respuesta de Mauricio de Zavala, en 1725, contra los comuneros.

Uno de los mayores males lo hemos sufrido en el tema educativo. A inicios de noviembre de 1603, el gobernador Hernandarias gestionó ante la corona la fundación de una universidad en Asunción “porque Lima, que es la universidad más cercana, está a más de 800 leguas, y por la pobreza no pueden los padres sustentar a los hijos”. El Rey Nuestro Señor accedió al pedido de Hernandarias toda vez que Asunción pueda costear la universidad. ¿Costear una universidad?

Desde los inicios de su existencia -15 de agosto de 1537- Asunción sufrió las calamidades de la naturaleza y del hombre. En el mismo año de fundación “vino tantas langostas que el sol oscurecía y cubría toda la tierra y la destruyó, que no dejó cosa verde en ella...”. Cuando el proyecto de ciudad se expandía, el 3 de febrero de 1543 se produjo un pavoroso incendio que duró cuatro días. Se quemaron 120 casas, animales domésticos y granos que se guardaban para el consumo. La primera consecuencia fue el hambre.

Una universidad puede haberle ayudado a mitigar su pobreza material y cultural, pero la metrópolis se desentendió de su colonia. Todo esto y mucho más nos remite a la pregunta ¿Vamos ahora, luego de cuatro siglos, a requerir a España que no hayamos tenido universidad? ¿La culparemos por nuestro bajo nivel educativo, hoy? Si en más de 200 años de independencia no hemos salido, en muchos aspectos, de la vida colonial ¿tendremos que implorar disculpas a un país que ya nada tiene que ver con nuestro presente? Si no hemos podido superar muchas cuestiones del pasado es porque no hemos procurado hacerlo. El caso de los indígenas ¿viven mejor hoy que en los tiempos coloniales?

Pedir y conceder disculpas por hechos irremediables podrían ser mera actitud populista.

alcibiades@abc.com.py

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