A modo de ilustración cito algunos ejemplos tomados al azar. La semana pasada, tras una persecución de películas en la madrugada, la policía detuvo a un presunto robacables en la avenida costanera, el cómplice logró escapar. Horas después el tipo era liberado por una jueza.
Hace menos de una semana, dos “motochorros”, uno de ellos con un cuchillo, atracaron a una estudiante para robarle la mochila. La joven, que se encontraba con su madre, logró zafar gracias a una oportuna intervención de un vecino que les dio refugio. Tras una batida policial se detuvo a los sospechosos, pero a las pocas horas fueron liberados por orden fiscal.
En agosto del año pasado, durante un mitin político, una aguerrida seccionalera le rompió la cabeza a culatazos a un periodista, en Mayor Otaño. En junio de este año la mujer fue sobreseída por el juzgado de garantías a pedido de la fiscalía general adjunta, tras un curioso vencimiento de plazo en la fiscalía de origen.
Esta semana, tras el sonado secuestro de un menor de 14 años en San Pedro del Paraná, saltó al tapete que el presunto líder de una banda de atracadores que mantuvo en jaque a la zona norte de Itapúa entre los años 2015 y 2016, extraditado de la Argentina a donde había huido, gozaba del beneficio de la “prisión domiciliaria”.
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Si los jueces y fiscales, así como se dice en la jerga jurídica, “hablan” a través de sus resoluciones o dictámenes, de la lectura de sus decisiones lo menos que se puede pensar es que viven en un termo, ajenos a la realidad de una ciudadanía acorralada por la inseguridad.
Abre la sospecha de que sus motivaciones no son precisamente las de cumplir a cabalidad la misión que la sociedad les encomienda en función de ese contrato social llamado Constitución de la República.
Regalo macabro de nuestro aparatoso e ineficiente sistema judicial: “democratizó” la impunidad. La impunidad ya no es patrimonio exclusivo de la mafia organizada, ni de los pequeños y grandes delincuentes que pululan en la política y en las instituciones del Estado.
Ausencia de justicia es terreno fértil para la violencia, y en una sociedad dominada por la violencia, no puede haber paz, seguridad, desarrollo, ni democracia. Y así nos va.