El compromiso de Maduro

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No es un país del que sepamos demasiado, y de hecho muy poca gente puede decir que lo visitó y menos aún que lo recorrió como para aventurar un “conozco bien”; sí podemos leer su rica historia, no demasiado diferente a la de tantos países latinoamericanos en cuanto a la independencia de España, más adelante su separación de la Gran Colombia y muchos detalles interesantes, pero en general la opinión y el conocimiento que tengamos de Venezuela se basan mayormente en lo que nos llega a través de los medios de prensa, que dependiendo de su tendencia enfatizarán unos u otros aspectos.

Para quien llega por primera vez, el aeropuerto de Caracas sorprende por su tamaño e infraestructura, y la vista de la amplia pista de aterrizaje -con el agregado del Caribe venezolano en su extremo- con el sol reverberante sobre las aguas azulverdosas, por un lado, mientras por el otro se elevan las cumbres de más de dos mil metros del Parque Nacional El Ávila, dan la bienvenida a este hermoso país, que tiene una biodiversidad inmensa y ocupa en este sentido el séptimo lugar mundial en cantidad de especies.

Importantes autopistas, puentes y viaductos, además de edificios de altura nos recuerdan que Venezuela tuvo periodos de gran bonanza económica, basada especialmente en la exportación a todos los mercados mundiales de petróleo, contando en el 2010 con la mayor reserva mundial de este combustible fósil. Sin embargo, la ausencia de construcciones nuevas y el estado de conservación de las existentes, la calidad del transporte público y el costo de las cosas nos recuerdan los conceptos de Eduardo Galeano en su magistral obra “Las Ventas Abiertas de América Latina” … la existencia de petróleo, oro, plata u otros minerales significó para muchos países americanos más desgracia que bendición.

¡Una belleza! Desde la terraza del hotel ubicado en el centro de Caracas, podemos escuchar los gritos de los guacamayos, rojos y también azules, que pasan volando muy cerca o se ubican en las copas de árboles altos o las antenas de los edificios. Y es que esta ciudad, ubicada en un valle entre dos montañas, es el camino de paso de centenares de aves que viven y anidan en esas zonas protegidas, y son respetadas y hasta encuentran comida y refugio en las azoteas. Esto nos recuerda que es un país gigantesco de casi un millón de kilómetros cuadrados de superficie y con hábitats naturales tan distintos como lo son las montañas andinas, selva tropical, el delta del río Orinoco y la costa marina.

El impresionante Hotel Humboldt, construido a más de 2000 metros de altura, fue una demostración de fuerza del gobernante de turno, allá por los años 50, contando con una pileta climatizada en una época en que solamente existían 2 en el mundo, y el acceso al mismo se realizaba a través de teleféricos de altísima complejidad… un capricho caro, considerando que el hotel y todas sus instalaciones fueron utilizadas solo por un par de años, cayendo luego en el olvido, víctima de su altísimo costo operativo.

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Debido al hartazgo de la población derivado del colapso en la confianza hacia los partidos políticos tradicionales existentes, se dio en el año 1998 la elección del ex oficial de carrera Hugo Chávez, implicado en el golpe de Estado anterior, como Presidente del país, y con él se inició la llamada Revolución bolivariana. Chávez comenzó con el ímpetu que caracteriza a los nuevos gobiernos convocando a una Asamblea Nacional Constituyente en 1999, donde fue redactada una nueva Constitución Nacional que cambiaría el nombre oficial del país a República Bolivariana de Venezuela.

Gente alegre, atractiva, locuaz y “rumbera”: Los venezolanos parecen poseer el privilegio de la alegría de vivir, y si bien la situación económica es preocupante y las condiciones generales de vida precarias, tienen la sonrisa a flor de labios. 24 años de gobierno socialista marcaron a fuego y privaciones a varias generaciones, que sigue guardando la esperanza en que lleguen tiempos mejores.

La visita a supermercados y centros de abastecimiento de Caracas nos muestra estanterías repletas, un surtido de frutas y verduras envidiable, variedades de quesos, carnes, pescado y embutidos que no tienen nada que envidiar a los que encontramos aquí, además de productos de gran consumo, bebidas y otros, todo bien dispuesto y esperando a los clientes… que puedan pagar. Con la dolarización de la economía, el aparato productivo y el comercio se reactivaron, pero los precios no están al alcance de todos. Se percibe sí una actitud de apertura por parte del gobierno, dispuesto quizás a hacer algunas concesiones y ceder en algunos puntos para volver a reactivar el comercio y relaciones con los Estados Unidos, país que históricamente le compró su petróleo, origen de su bonanza y, debido a malos manejos y corrupción, igualmente de su miseria.

Más de 28 millones de venezolanos afincados en ese suelo maravilloso, sumados a unos 7 millones que emigraron en los últimos 10 años, miran con ilusión un futuro próximo en el que el gobierno de su país haga un necesario golpe de timón y conduzca a esta gran Nación, que por su población, situación geográfica, clima y recursos naturales solamente puede estar condenada al éxito, hacia mejores condiciones de vida para todos sus habitantes, como así también posibilitar volver a quienes fueron a otras tierras en busca de una vida mejor. Este es sin duda alguna el gran compromiso y desafío, que Dios quiera sepa interpretar el señor Maduro.