Y que el domingo gane el que “trampee” mejor

Este artículo tiene 3 años de antigüedad

“Ña trampeata” (haremos trampa) anunciaba públicamente en un acto político Blas N. Riquelme (+), entonces presidente del Partido Colorado, en marzo de 1993, a pocos días de las primeras elecciones generales con las reglas de la flamante Constitución Nacional de 1992.

Desde entonces, corrió bajo el puente mucha agua (o líquido, como decía otro expresidente de la ANR), pero la práctica de hacer trampa se mantiene, más o menos evidentemente, antes, durante y después de cada justa electoral.

Las trampas no consisten solamente en el cambio liso y llano de los votos a favor de un candidato, como pasó en 1992, cuando Juan Carlos Wasmosy fue derrotado en las urnas por Luis María Argaña, pero fue declarado triunfador, tes meses después, por un tribunal electoral colorado elegido “ad hoc” durante una Convención en la que corrieron atractivos fajos de billetes.

Cuentan que las urnas de entonces se llevaron hasta la Primera División de Caballería, donde reinaba el Gral. Lino Oviedo (+). Allí se cambiaron las papeletas de votos para que se produjera el resultado esperado.

La trampa puede ser también “comprar” de antemano las cédulas de quienes se sabe que votarán en contra del candidato y retenerlas hasta después de la elección, como negoció en un asentamiento el senador Silvio “Beto” Ovelar, en vísperas de las elecciones generales de 2013, sin saber que estaba siendo filmado. Aquel escándalo de Ovelar fue profusamente publicado y difundido por los medios propiedad del expresidente Horacio Cartes que, curiosamente, ahora lo tiene en sus filas como candidato a senador.

Todos los beneficios, en un solo lugar Descubrí donde te conviene comprar hoy

También suele pasar que votantes de una localidad, pongamos Lambaré, aparezcan mágicamente en el padrón de las mesas del distrito de Yvyrarovaná, dificultando al elector ir a votar.

El día mismo de la elección, las trampas son variadas: votantes múltiples, muertos que concurren a votar, votos de cobro instantáneo (previa foto por WhatsApp), miembros de mesa que desaparecen convenientemente, etc., etc.

Esa clase de trampas fue la que denunció en 2007 Carlos Mateo Balmelli que perdió por mínimo margen contra Federico Franco en la disputa por ser vicepresidente de Fernando Lugo en la interna liberal de ese año. Acuñó las palabras “frauderico” y “federico fraude” contra su entonces rival.

Después de las elecciones, las trampas entran al ámbito sofisticado de la informática. Es así que algunos candidatos a legisladores que no tuvieron suficiente apoyo en las mesas consiguen los votos que precisan en la institución electoral, como se comenta que pasó en 2013 con un senador ypacaraiense que ya no volverá a candidatarse ahora, pero que vendió su alma para conseguir un carguito de suplente para su vástago.

Las autoridades electorales aseguran que actualmente ya no es tan fácil hacer trampa. Pero burlar los controles es una afición exitosa que tienen algunos avezados “trampeadores”.

En la elección del próximo domingo, en particular en la ANR, cartistas y abdistas dicen llevar ventaja. Si se da una diferencia ajustada a favor de uno u otro, es posible que el aparato (de las seccionales y las coordinadoras de funcionarios públicos) hagan la diferencia, a como dé lugar.

En un escenario de paridad, habrá seguramente denuncias de trampa o fraude que, por lo visto a lo largo de estas décadas, serán sobre todo un reconocimiento de que el rival trampeó mejor.

mcaceres@abc.com.py