Son solo tres de entre las tantas noticias que se generaron esta semana, que aparentemente no están conectadas entre, aunque en realidad tienen un mismo hilo conductor: el tráfico de drogas.
El próximo martes asume un nuevo presidente, alguien que durante la campaña proselitista prometió también que encararía el problema del microtráfico bajo el slogan “Chau chespi”, consciente de que el consumo de drogas entre jóvenes y adolescentes es un problema sensible que impacta transversalmente en distintos niveles socioeconómicos.
“En mi gobierno vamos a decir: chau chespi y vamos a devolver la seguridad en las calles y plazas con un fuerte trabajo de prevención en las escuelas, segundo, abriendo con Salud centros de rehabilitación, tercero, dando capacitación y oportunidad laboral a los jóvenes que se recuperan” prometía Santiago Peña en un spot audiovisual utilizado durante su campaña proselitista, anunciando además que caería con todo el peso de la ley a cada boca de venta de drogas.
“Reducir el chespi de las calles será mi obsesión, porque con más seguridad vamos a estar también mejor” terminaba diciendo como compromiso.
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Desde el próximo martes el nuevo presidente tendrá la oportunidad de demostrarlo, con el gran desafío de transformar incluso la matriz cultural en varios grupos y zonas sobre este drama social.
Aún recordábamos la entrevista que en algún momento nos concedía el entonces senador Robert Acevedo, al describir cómo el ser narco se había convertido en un aspiracional en determinados círculos sociales de su ciudad.
Es allí cuando sentimos que perdimos una gran batalla, cuando hay jóvenes y adultos que anhelan llegar a ello, y familiares y amigos que miran convenientemente para otro lado para seguir disfrutando de los beneficios económicos que les proporciona ese allegado.
Esa falta de une con flechas entre los delitos y crímenes que vemos a diario y la actividad que desarrollan quienes trafican con la esclavitud y la dependencia de sus víctimas.
Entre quien fue víctima de un hurto o asalto, que puede llegar a ser mortal, para malvender luego un celular robado para financiar esa adicción, frente al dinero que ostenta quien se dedica al tráfico de drogas en sus diferentes escalas o roles.
El enfrentar un problema que es enorme y al que hay que abordar no solo desde la perspectiva represiva sino desde el campo de la salud pública.
Entrevistamos esta semana en la 730AM al futuro ministro de la Niñez y la Adolescencia, Walter Gutiérrez, quien viene trabajando desde hace un tiempo en el ministerio.
“Tiene que reducirse el microtráfico, trabajar en prevención, en la promoción de los deportes, trabajar con la familia... hay que abordarlo de una manera amplia y multisectorial” nos decía el futuro ministro.
El dato que nos proporcionó es lapidario: el 90 por ciento de los adolescentes infractores es consumidor de drogas.
Casi 9 de cada 10. Esclavos del tráfico.
Debería movernos hacia un gran pacto nacional.