¿Puede la escuela ser un espacio que propicie el progreso?

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No existe un consenso general respecto de la relación de la escuela con la mejora sustancial de la calidad de vida de los individuos. Por un lado, Horace Mann señalaba enfáticamente que la escuela era la institución igualadora por excelencia.

Sin embargo, no todos han sostenido esta posición y así lo señala el emblemático “Informe Coleman” (James Coleman, 1966), que muestra de manera convincente cómo en el momento del estudio las escuelas no jugaban un rol determinante en la búsqueda de la igualdad social y económica. Es decir, J. Coleman no consideraba fundamental a la escuela como mediadora de igualdades. Pierre Bordieu y Jean C. Passeron (2017) igualmente descartan que la escuela cumpla un rol determinante para eliminar la desigualdad y en consecuencia, construir un ciudadano dotado de pensamiento crítico.

Ante estas posiciones, el estudio de Tabaré Fernandez y Emilio Blanco (2004) da también señales relevantes de que no todo será solucionado a través de políticas educativas apropiadas e inclusivas. No obstante, destacan los investigadores mencionados, que sigue siendo la escuela, en los países en vías de desarrollo, un aliciente importante para la mejora fundamental del bienestar del sector de la sociedad menos favorecida:

La premisa correcta es que una política educativa que no esté acompañada de otras fuertes políticas sociales será incapaz de reducir la desigualdad educativa y por ende la iniquidad social en la próxima generación”, Fernandez T, & Blanco, E. ¿CUÁNTO IMPORTA LA ESCUELA? EL CASO DE MÉXICO EN EL CONTEXTO DE AMÉRICA LATINA.

Conservemos una mirada optimista: la escuela puede y debe jugar un papel central en la disminución de las desigualdades sociales, culturales y económicas. Los estudios de J. Beswick, J. Willms, E. Sloat (2008) señalan la relevancia de los primeros grados de escolaridad para el óptimo desarrollo de la comprensión lectora y su posterior incidencia en el desarrollo de la autoestima, personalidad y consecuentemente en mejores posibilidades de éxito económico.

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Es amplia la literatura que sostiene que la escuela, fuera del calendario escolar usual debe ser fortalecida en cuanto a recursos humanos, que, a través de diversas acciones educativas y recreativas potenciarán la relación de la comunidad escolar y familiar. En los estudios de Karl Alexander y Doris Entwisle (2001) se evidencia, el aumento de las diferencias entre niños y niñas de niveles socioeconómicos (NSE) bajo y alto, luego de las vacaciones de verano. Los resultados de las pruebas de NSE

alto obtenían avances en resultados de las pruebas, mientras que los niños y niñas de NSE bajos presentaban retrocesos. El estudio muestra que los primeros vuelven a la escuela con nuevos conocimientos, mientras que los demás muestran no solamente estancamiento, sino también rezagos. La escuela de verano marca una diferencia con respecto al rendimiento académico posterior.

Ante estas evidencias a favor de un escolaridad organizada e innovadora, junto con políticas sociales y económicas apropiadas como factor dominante para avanzar hacia un mejor Paraguay, debe el gobierno entrante conjuntamente con toda la ciudadanía considerar opciones válidas y sostenibles en el tiempo que permitan fortalecer las escuelas de gestión oficial.

El nuevo gobierno, tiene la firme decisión de ofrecer mejores oportunidades a los sectores más marginados. No deberá olvidar la oferta socioeducativa para los niños de meses de nacidos a 4 años y la universalización del preescolar. También deberá encontrar una forma de resolver el problema de la poca carga horaria de asistencia a la escuela, que dura solo tres horas y media al día (a excepción de algunas escuelas con jornada extendida- de 8am a 3pm), y con 150 a 160 días de asistencia en aula durante el año escolar. ¿No sería la jornada extendida una opción válida? Y cualquiera sea la carga horaria diaria, ¿se podría contar con un mínimo de 180 a 200 días de asistencia calendarizadas reales?

El estudio antes mencionado (K. Alexander, D. Entwisle) nos indica lo que sucede en algunos contextos durante las vacaciones de verano. Sería una opción válida la conformación de una oferta educativa durante los meses de vacaciones; no será de fácil implementación, pero si no lo hacemos, nunca sabremos cuales son las dificultades culturales que estas opciones presentan.

El desafío reside en las contradicciones; realidades socioculturales y económicas de los que participan en la escuela, tanto educadores como estudiantes. Están aquellos estudiantes cuyos familiares, en algunos casos extremos no fueron alfabetizados, otros que lo hicieron en situaciones precarias y algunos, no pocos, en situaciones de alta vulnerabilidad económica. La violencia y los abusos no están exentos; los educadores con reclamos, en algunos casos justos y en otros casos confundidos y con reclamos no justificados. Todo se presenta complejo, pero no imposible.

La predisposición de los gobernantes, la toma de conciencia de parte de la ciudadanía de la necesidad de trabajar juntos y no, los unos contra otros, con el fin de medir la fuerza de cada grupo, olvidando el objetivo primordial: salir de la medianía, el conformismo y caminar hacia una mejora sustancial a mediano plazo de nuestros estudiantes escolares.