Parece que no habrá tiempo para aburrirse

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Resulta irónico ver a colorados indignarse por la corrupción de otros colorados. Como si la corrupción no fuera medular en el ADN republicano desde hace décadas. Hoy la Contraloría exhibe, tras una investigación al parecer minuciosa, faltantes con números obscenos, despilfarros apocalípticos o pagos por servicios que no existen en entes públicos durante el gobierno anterior. Colorado como el actual.

Pero hay que dar la bienvenida a toda investigación a un gobierno que dejó vigorosos buracos en el Estado. Sólo hay que ver hasta dónde llegará la investigación y cuáles serán las consecuencias para los culpables. Porque son todos correlí, salvo alguno que otro. Y es sabido que entre mangueras no nos pisamos los bomberos, como diría mi amigo Tito en su peculiar manera de exponer refranes.

En nuestra posmodernidad política, se va olvidando aquello tan difundido en tiempos de Natalicio González: el mejor amigo de un colorado es otro colorado. Hoy a los colorados no les une el pañuelo, sino el espanto. El espanto ante una posible derrota electoral que les impida saquear.

Tras ganar elecciones todos juntos los vuelve a separar la aflicción por “armarse”. La ANR es la más eficaz fábrica de multimillonarios, y ha permitido también a liberales coloreados acceder al panal de riquezas. Y a otros elegidos de agrupaciones menores, a quienes les ha venido creciendo exponencialmente la cuenta bancaria, tanto como la grasitud abdominal.

Esto, ante el paulatino pero sostenido empobrecimiento en el país. Salgamos del termo de los barrios de lujo, las torres habitacionales (muchas de ellas vacías), las camionetazas, y observemos detenidamente. Y no hace falta ir al Paraguay profundo, sino aquí a la periferia, para ver cómo la pobreza extrema viene avanzando y quizá en poco tiempo haga del microcentro asunceno, una casa tomada, como diría don Julio Cortázar.

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Desde que los colorados volvieron al poder en el 2013, la deuda pública externa creció en alrededor de 11.000 millones de dólares. Ya del 2013 (4.000 millones) al 2018, gobierno de Cartes, se duplicó (8.000 millones). Al 2022, en el gobierno de Abdo, trepó a 15.000 millones. Esto hay que pagar. ¿Y tenemos cómo pagar?

El asunto es que en nuestro país no falta plata: se la roba en demasía nomás. Una muestra: la Contraloría detectó en el IPS pagos por 158 millones de dólares sin un vulgar recibo. Esto amerita un juicio sumarísimo a las autoridades del Instituto, comenzando por los enriquecidos miembros del Consejo, por parte de nuestra justicia ordinaria. Pero esta justicia es tan ordinaria…

Petropar disminuyó precios de los combustibles bajando costos: echó a 500 correlí planilleros. Y así, sucesivamente.

Si el Ejecutivo depura la administración, enhorabuena. No habrá tiempo para aburrirse observando la acción. Pero en algún momento tocará intereses de jerarcas que le encararán: “Nde, presidente, mba’e política pio kóa; a nosotros no nos corte el chorro”.

Para el colorado en el poder no hay dios, patria, familia. Sólo plata. Y el que se indigna, pierde.

nerifarina@gmail.com