En la vida hay una alegría que podemos decir “de la pavada”, pues está relacionada con vanidades, soberbia, excesos de comida, bebida y otras actitudes que, finalmente, terminan en frustración.
El mensaje del Evangelio estimula a no dejarse aplastar por las tantas preocupaciones del fin del año, sino a animarse, considerando las obras de Jesús, el Mesías, a nuestro beneficio.
Justamente cuando le preguntaron si él era el Liberador prometido, o debían esperar otro, les contestó: “Vayan a contar lo que ustedes oyen y ven: los ciegos ven, los paralíticos caminan, los muertos resucitan y la Buena Nueva es anunciada a los pobres”.
Notemos que la respuesta de nuestro Señor no es solamente religiosa, pues no se limita a cuestiones de observancia de la Ley mosaica, rituales del templo de Jerusalén, o sobre ayunos y reverencia al día sábado, sino va más allá: presenta signos de liberación de las cadenas que nos esclavizan.
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Cuando afirma que los ciegos ven, se refiere a los ciegos físicamente hablando, pero también a los ciegos de espíritu, o de cerebro, mucho más frecuentes, y que determinan consecuencias desastrosas en la sociedad. Son personas que ven todo con los ojos de la cara, pero no se dan cuenta de lo que pasa y no consiguen hilar los contenidos para tomar actitudes transformadoras.
Son ciegos delante del designio de Dios, pues prefieren estancarse en sus designios egoístas y poco o nada colaboran para el bien de su familia y del país. Casi siempre esta ceguera psicoespiritual va asociada a una hedionda pereza, o comportamientos despistados, echando cargas en hombros ajenos.
Una enseñanza clave de este texto es la íntima unidad entre evangelización y liberación, pues el anuncio de la Buena Noticia no ha de quedarse restringido a los templos y sacristías, sino ha de cobrar vida en las empresas, ministerios, hospitales, colegios y todas las otras actividades humanas.
Anunciar a Jesucristo y practicar los valores del Reino de Dios es la verdadera razón de nuestra alegría, ya que está fundado en su Palabra, que no pasa, y en su Amor, que a todo vence.
La misión de todo bautizado es cuidar bien de sus tareas temporales, usando criterios honestos en la política, economía, cultura y demás negocios. Todo bautizado debe ser como un ciego que fue sanado; ahora ve, y actúa generosamente en la promoción del bien común.
Paz y bien