Una cadena nacional

Cuando un mandatario menosprecia a las personas porque se incomoda ante las preguntas que en realidad está obligado a responder, evidentemente la banda presidencial le queda muy grande. Y no solamente la banda presidencial, sino todo lo que implica la alta magistratura.

Desde hace varios periodos, los presidentes en función se complican cuando tienen que rendir cuentas sobre su labor al frente del Ejecutivo. Los más aperturistas llegaron a llamar a conferencias de prensa semanales, lo que tampoco duró sus años en el Palacio de López. Es como que llega un momento en que el presidente se cansa de responder, o de tratar de justificar, todo lo que se le consulta.

Y eso que tuvimos presidentes de todos los colores. Pero existe una particularidad en el caso de Santiago Peña Palacios, es un presidente que no llegó por sus medios y que no depende de él mismo. Todo su poder está concentrado en un quincho, ya se lo demostraron muchas veces, y va a durar precisamente lo que allí se decida.

El presidente tiene sus gustos, por supuesto, hasta ahora nos demostró que lo que más le disfruta es viajar al exterior para cualquier cosa, le encanta su vida de nuevo rico, transportarse en helicóptero. Disfruta vivir como en una antigua revista en la que se retrataban las vidas de los famosos y que tenía el nombre de una parte del cuerpo.

Volviendo al punto, el problema principal no es que quiera elegir a quienes -para él- hacer las mejores preguntas, o tal vez las más acolchonadas; realmente el problema se encuentra en que todo lo quiera resolver como si se tratara de un grupo de amigos con los que quiere charlar de cosas lindas, nutrir su narcisismo y pasar momentos distendidos. Es que su grupo cree equivocadamente que así se deben manejar las cosas.

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Para lograr lo que el presidente y su grupo pretende podríamos proponer darle la dirección honoraria de absolutamente todos los medios de comunicación públicos y privados, así él y los suyos deciden quienes se pueden acercar a realizar preguntas, censuran las que les podría causar inconvenientes en cualquier ámbito y que los programas se rellenen con halagos, inauguraciones de fachadas, paladas iniciales y saludos acartonados.

Y no, no es que se me haya ocurrido esa barbaridad, en realidad es algo que ya vivimos en nuestro país, es lo que ya había realizado el dictador Alfredo Stroessner con la antigua “cadena nacional” en la que se escuchaba una sola voz en todas las emisoras durante un horario determinado todos los días, así era precisamente “La voz del coloradismo”.

¿Queremos realmente volver sobre nuestros pasos a vivir lo que dejamos atrás hace ya casi 40 años? ¿O queremos crecer en democracia y mirar al futuro? Si queremos avanzar, no podemos pretender que las actitudes antidemocráticas predominen. Seamos serios y demos su lugar a las instituciones y a la transparencia, los hombres finalmente pasarán.

arturo@abc.com.py