Fueron pronunciadas por un empresario de peso, de esos que aparecen en todas las listas, dueño de varias empresas y generador de un par de miles de puestos de trabajo. En síntesis, alguien a quien comúnmente se califica somo “súper exitoso”.
No estaba hablando de negocios, ni de mercados, ni tampoco de cifras. Conversando sobre el informe de actividades del año con la persona que dirige una organización social, puso mucho énfasis en la convicción que mueve a la misma y a la sobriedad con que socializan sus acciones.
“Ustedes son de lo mejor que tiene nuestro país”, así sus palabras. Remarcando que todas las organizaciones deberían administrar sus recursos, sean propios o asignados, con la misma transparencia, eficacia y sin perder nunca la visión social.
En ese mismo sentido -agregó- es bueno aclarar un concepto que suele incomodar a algunos: el lucro no es una mala palabra. Claramente es necesario y hasta imperativo para la supervivencia y desarrollo de cualquier organización. Pero, como empresa, principalmente si es grande, no debería perderse de vista nunca el impacto que las decisiones tienen en la gente.
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Como remate a estas expresiones, sentenció “Paraguay necesita más gente como ustedes”, con lo cual la idea no solamente quedó redondeada, sino que es un llamado a una reflexión sobre la forma y el estilo de liderazgo que precisamos.
Los mensajes llegan fuerte por su contenido y por quién los trasmite. En este caso, viniendo de alguien tan identificado con el éxito económico, estas palabras de alabanza, llanas y sin matices exagerados, dirigidas a quienes, a través de la música promueven la educación en valores y el cambio de mentalidad en las personas, adquirían un significado especial.
No habló de cifras ni de rankings, que solo son una consecuencia. Hablaba de compromiso, de coherencia y de una forma de gestionar que no separa resultados de principios. Eso, en estos tiempos, no es poca cosa.
El escuchar conceptos así, queda la sensación de que, quizás, la verdadera división no pasa entre ricos y pobres, o entre lo público y privado, sino entre quienes hacen las cosas bien y quienes no.
Y nos queda un desafío, sencillo de enunciar y difícil de cumplir: tratar de ser todos “personas de primera”. Cada uno en su ámbito, con los recursos que tenga, haciendo lo que le toca con honestidad, eficiencia y sensibilidad social. Quizás ahí empiece el país que decimos querer.