Este evento representó un avance significativo en las técnicas de investigación criminal y la psicología aplicada. El polígrafo se utilizó por primera vez oficialmente en un tribunal de justicia en el estado de Wisconsin, Estados Unidos, como parte del proceso de investigación de un caso criminal.
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Antecedentes y evolución del polígrafo
La invención del polígrafo está atribuida a John Augustus Larson, un médico y oficial de policía de Berkeley, California, en la década de 1920.
Impulsado por la necesidad de mejorar la precisión de los interrogatorios policiales, Larson incorporó conceptos de psicología y fisiología en un dispositivo que podía medir respuestas fisiológicas.
Larson trabajó en colaboración con Leonard Keeler, quien perfeccionó el dispositivo con el tiempo, haciéndolo más portátil y eficiente.
Keeler añadió mejoras clave, como el sistema para registrar la presión arterial y los cambios en la respiración.
Con estas innovaciones, el polígrafo comenzó a ganar popularidad entre varias agencias de seguridad.
Cómo funciona el polígrafo
Esencialmente, el polígrafo no detecta mentiras en sí. Registra y mide diversas respuestas fisiológicas, como el ritmo cardíaco, la presión arterial, la actividad respiratoria y la conductividad de la piel.
Se basa en el supuesto de que una persona que miente experimenta cierta ansiedad o estrés, reflejada en cambios fisiológicos involuntarios.

Durante la prueba, se formula una serie de preguntas al sujeto, algunas relevantes para el asunto en cuestión y otras para establecer una línea base de las respuestas fisiológicas típicas del individuo.
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Las desviaciones significativas en la fisiología pueden interpretarse como indicios de engaño.
Debates y controversias en torno al detector de mentiras
Desde su creación, el uso del polígrafo ha sido sujeto de debate entre científicos, psicólogos y profesionales del derecho.
Uno de los argumentos principales en contra de su uso es la falta de fiabilidad absoluta. Las respuestas fisiológicas pueden ser influenciadas por múltiples factores aparte del engaño, como nerviosismo, miedo o condiciones médicas.

En términos legales, el polígrafo no es universalmente aceptado como evidencia en los tribunales. La objetividad y precisión de sus resultados son cuestionadas, y su admisibilidad varía según la jurisdicción.
En cambio, se utiliza más comúnmente para investigaciones internas o de seguridad.
A pesar de las controversias, el polígrafo sigue siendo una herramienta valiosa en ciertos contextos y está en constante evolución.
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Las nuevas generaciones de detectores de mentira están integrando tecnología avanzada, incluyendo la inteligencia artificial y el análisis de voz, con la esperanza de incrementar su precisión y aceptación.
El primer uso del polígrafo en 1935 inauguró una nueva era en la detección del engaño. Aunque no es infalible, el polígrafo continúa desarrollándose y adaptándose a medida que avanza la tecnología.
Su legado reside en la influencia que ha tenido sobre el desarrollo de métodos más sofisticados de detección de mentira y su perdurable papel en el ámbito de la psicología forense y la criminología.