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El dato no es muy halagüeño, con mayor razón en esta etapa en la que el país pretende inyectar a su aparato económico la mayor cantidad posible de la energía eléctrica que le pertenece en las hidroeléctricas binacionales Itaipú y Yacyretá.
Según el registro correspondiente, en los doce meses de 2022, la ANDE facturó a 183 clientes industriales. o sea 29 menos, o sea 138 facturados en 2022, conta 212 en 2021.
En lo concerniente a sus clientes residenciales (viviendas) a los que la ANDE hizo llegar sus facturas (a las que, presumimos, también pudo cobrar) el comportamiento de la curva fue ascendente el año pasado, con relación al 2021.
En efecto, en 2022 la empresa eléctrica facturó a 1.408.865 clientes, 42,323 clientes más que en 2021 (3,1% positivo).
Un crecimiento poco estimulante
La tasa de crecimiento, de todas maneras, tampoco es muy estimulante, según fuentes técnicas independientes de la ANDE.
Si tomamos las cantidades apuntadas bajo la etiqueta: Total General, del material informativo de la estatal, veremos que en 2022 la cantidad de clientes a los que la ANDE entregó sus facturas se incrementó en un 2,9%, 1.601.131 (2022) contra 1.556.169 (2021).
“Algo falla”, señalaba nuestra fuente, “o es el sistema de facturación o de distribución de las mismas, o nuestro mercado favorece aún el uso de otros tipos de energía (Biomasa, Petróleo) de detrimento de la energía eléctrica, seguramente más baratas, al menos en el caso de la biomasa”.
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En 2021, según el Balance Energético Nacional del Viceministerio de Minas y Energía, en la torta que representa el uso final de energéticos, la tajada que corresponde a la electricidad mide solo el 18%, en tanto que a la biomasa corresponde el 41% y a los derivados del petróleo el otro 41%.