Pregunta incómoda para los vendepatrias

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Hay una pregunta muy incómoda que gobernantes y administradores paraguayos, muy en particular de la Administración Nacional de Electricidad, evitan contestar: ¿Cómo es posible que, después de 37 años de generación de Itaipú y 28 de Yacyretá, apenas el 19% –¡menos de un quinto!– de la matriz energética de Paraguay sea eléctrica? Esta inaudita situación ha beneficiado desproporcionadamente a nuestros vecinos y socios, que durante décadas han utilizado a sus anchas y a precio vil la energía que le correspondía a Paraguay, a favor de su propio desarrollo y a costa del nuestro.

Itaipú comenzó a generar energía en 1984 y a comercializarla desde 1985, en tanto que Yacyretá empezó a hacer lo propio a mediados de 1994. En todo este tiempo, pese a que el potencial energético del río Paraná es compartido y pese a que Paraguay es supuestamente dueño condómino del 50% de ambas usinas, Brasil se ha llevado el 92% de toda la electricidad limpia y barata producida por la primera y Argentina el 93% de la producida por la segunda.

Tristemente, con la anuencia y la complicidad de sus autoridades y de las personas responsables del sector, los paraguayos fueron condenados a una participación absolutamente marginal en el aprovechamiento de un valiosísimo recurso natural de su país, con el imperdonable agravante de que nunca se les permitió obtener un precio ni mínimamente cercano a lo que habría sido justo por sus excedentes.

A la luz de los hechos, la ingeniería jurídica de Itaipú, luego copiada por Yacyretá, les resultó a Brasil y a Argentina más provechosa que la hidráulica, la civil o la electromecánica. Formalmente aceptaron que Paraguay fuera “dueño” del 50%, pero, para todos los fines prácticos, se aseguraron de introducir en los tratados, y de imponer posteriormente en su interpretación, una cadena de sutiles trampas que les garantizaran la parte del león y le dejaran a su “socio pobre” una porción muy minoritaria.

Quizás la principal de esas trampas sea la figura de la “cesión”. En el caso de Itaipú, fue consignada en el Anexo C. Como se sabía desde un principio que Paraguay, por su bajo desarrollo relativo, no podría en el corto plazo consumir toda su mitad, se estableció que aquel socio que no contratara el total de la potencia que le correspondía (o sea, Paraguay) quedaba obligado a cederle (no venderle) al otro (o sea, Brasil) la parte no utilizada a cambio de una “compensación” (no un precio).

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Qué ocurre en la práctica. Itaipú fue concebida como una entidad sin fines de lucro, por lo cual su tarifa, en teoría, debe ser la necesaria para cubrir sus costos, tanto operativos como financieros. Esa tarifa, o precio de costo, es la que le cobra la binacional a la ANDE y a Eletrobras, “o a las empresas paraguayas o brasileñas que estas indiquen”, por la contratación de la potencia garantizada. Como Paraguay no consume toda su parte y le cede su excedente a Brasil, Eletrobras adquiere de Itaipú esa energía paraguaya sobrante a precio de costo (hoy 44 dólares el megavatio/hora), le paga a Paraguay una ínfima compensación (10 dólares el MWh), y luego la revende en su mercado desregulado a la cotización de subasta, que puede llegar a 200 y más dólares el MWh.

Dado que, hasta el día de hoy, en promedio, Paraguay todavía cede a Brasil unos 20 millones de MWh al año (exceptuando estos dos últimos de atípica sequía), a través de esta vía Eletrobras se apropia, literalmente, de miles de millones de dólares anuales de rentas que legítimamente son de Paraguay por la comercialización de sus excedentes energéticos en Itaipú. Es este, y no otro, el punto cardinal que se debe tratar en la próxima renegociación del Anexo C.

Pero nada de esto tendría importancia, ni siquiera haría falta una renegociación, si Paraguay consumiera toda o casi toda la mitad que le pertenece para su propio desarrollo. En cuarenta años, la mayor parte de los cuales transcurrieron en democracia, hubo suficiente tiempo para dotar al país de la infraestructura eléctrica e institucional para que la población se beneficiara ampliamente con un servicio de primer nivel, tanto para la gente como para el sector productivo, las inversiones y la generación de empleos y oportunidades.

A estas alturas el porcentaje eléctrico de la matriz energética nacional debería ser del 81%, no del 19%. Paraguay habría tenido (y es posible que aún tenga) todas las condiciones para ser un líder en la región en materia de alto desarrollo con fuentes renovables de energía.

Poca duda cabe de que Brasil y Argentina hicieron todo lo posible por impedirlo y por mantener el statu quo, ya sea con presiones o con sobornos, directos o encubiertos. Pero los culpables no son ellos. Los inoperantes, los serviles, los deshonestos y, sin eufemismos, los vendepatrias, siempre han estado de este lado del río.