De acuerdo con toda la evidencia disponible, hay que esperar para las próximas semanas un fuerte rebrote de contagios de covid-19 en el país, especialmente con la nueva variante ómicron. La buena noticia es que las personas vacunadas y las que ya contrajeron la enfermedad, salvo que presenten factores de alto riesgo, con mucha probabilidad serán asintomáticas o presentarán síntomas leves, solo muy excepcionalmente sufrirán complicaciones severas. Pero la mala noticia es que todavía aproximadamente la mitad de la población en Paraguay no tiene ningún tipo de inmunización y estará expuesta sin defensas a una próxima circulación generalizada del virus.
La eficacia de las vacunas anticovid ya no se puede discutir, por mucho que lo intenten algunos con cada vez más desopilantes argumentos y datos tomados aleatoria y anecdóticamente de las redes sociales. La mayor prueba de ello ya no está dada por teorizaciones ni por proyecciones a partir de ensayos clínicos controlados, sino por irrebatibles hechos puros y duros de la vida real de, literalmente, miles de millones de personas.
Actualmente se está produciendo en el mundo una nueva gran oleada de propagación de coronavirus con tendencia a ser similar o superior a la experimentada en el peor momento de la pandemia. La diferencia es que el número de casos graves y de muertes es dramáticamente inferior a los de esa época, y afecta en un altísimo porcentaje a gente no vacunada. La correlación entre la vacunación y la relativa levedad del impacto de la enfermedad es clara, consistente e innegable.
Por ejemplo, en el Reino Unido se están registrando 1.200 contagios diarios por millón de habitantes, una cifra altísima si consideramos que en enero de 2021, cuando se había dado el anterior pico máximo de enfermos en ese país, el número de contagiados fue de 875 diarios por millón. Sin embargo, mientras la incidencia de mortalidad por covid en ese país antes de la vacunación masiva llegó a ser de más de 18 fallecimientos por millón de habitantes, ahora, con casi el doble de contagios diarios, pero con el 76% de la población vacunada, es de 1,44 por millón.
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El mismo patrón se reproduce en todas las naciones desarrolladas, pero tomemos un ejemplo más cercano y tercermundista: Argentina, donde la curva de infectados ha comenzado a crecer fuertemente. El pico de contagios en Argentina fue en mayo de 2021, con hasta 730 casos diarios por millón de habitantes. En esa época, con la vacunación aún incipiente, fallecían por covid en el vecino país 11 personas por millón de habitantes por día, 15 de cada mil contagiadas. Hoy, con el 83% de la población vacunada, en Argentina hay 206 contagios diarios por millón de habitantes, una cifra que vuelve a ser alta y tiende a subir, pero las muertes son 0,38 por millón, 1,8 por cada mil infectados, la gran mayoría no vacunados.
En Paraguay, lamentablemente, como todos sabemos, por las razones que ya muchas veces hemos comentado, en gran medida atribuibles a la ineficiencia de este Gobierno, hubo un grave retraso en el programa de vacunación, que solo pudo iniciarse de manera relativamente masiva a fines de julio, luego de haber ocupado el país durante varias semanas el triste primer lugar en el mundo de muertes por covid en relación con su población. Se alcanzó un pico de más de 19 muertes por millón de habitantes por día en junio, frente a 411 contagiados diarios por millón en la misma época. Es decir que en esos trágicos meses fallecían 46 de cada mil infectados. Terminamos el año con 16.700 decesos, entre los 30 países más impactados por la pandemia en el planeta.
La vacunación en nuestro país siempre ha estado rezagada en comparación con los de la región, entre los últimos lugares de Sudamérica, pero, con todo, la situación ahora, con alrededor del 50% de la población inoculizada con una o más dosis, sin ser la ideal, es muy distinta. Sin embargo, de repuntar los contagios a los niveles de mediados de año, aun si los fallecimientos cayesen a la mitad, seguiría siendo una catástrofe.
Para evitar que ello ocurra hace falta un último esfuerzo, cada quien debe poner lo suyo. La experiencia y el conocimiento adquiridos indican que no es necesario recurrir a medidas extremas, ni a cierres de fronteras, ni a restricciones insostenibles e incumplibles, pero sí persistir en los buenos hábitos que hemos aprendido, especialmente el lavado frecuente de manos, el uso de tapabocas en lugares cerrados, el aireamiento de casas, oficinas y negocios. El Gobierno tiene que poner vacunas a disposición, facilitar en todo lo posible su aplicación, y la gente debe acudir a los vacunatorios. Aquellos que no lo hacen, ya sea por desidia o por infundada paranoia conspirativa, tienen que recapacitar antes de que sea demasiado tarde para ellos y para todos en general, incluyendo a sus seres queridos. Dios quiera que, de esta manera, podamos superar este nuevo desafío que se avecina y que el luto de tantas familias paraguayas en 2021 no se repita en 2022.