Catástrofe educativa

Este artículo tiene 3 años de antigüedad

En medio de los escándalos, los crímenes, las disputas políticas, las carreras electorales, la suba de los precios y los demás desbarajustes de la realidad nacional, pasó un tanto desapercibida la información más importante, y más preocupante, de todas. Cuatro de cada cinco alumnos de sexto grado de América Latina y el Caribe no podrán comprender un texto simple acorde con su edad al terminar su primer ciclo educativo de acuerdo con un nuevo estudio conjunto del Banco Mundial y la Unesco, lo que ubica a la región en el peor lugar en el mundo después de África Subsahariana.

En medio de los escándalos, los crímenes, las disputas políticas, las carreras electorales, la suba de los precios y los demás desbarajustes de la realidad nacional, pasó un tanto desapercibida la información más importante, y más preocupante, de todas. Cuatro de cada cinco alumnos de sexto grado de América Latina y el Caribe no podrán comprender un texto simple acorde con su edad al terminar su primer ciclo educativo de acuerdo con un nuevo estudio conjunto del Banco Mundial y la Unesco, lo que ubica a la región en el peor lugar en el mundo después de África Subsahariana. Esta gravísima situación compromete seriamente no solo el futuro de un enorme porcentaje de la población latinoamericana, su capacidad para ganarse la vida, aprovechar oportunidades y prosperar, sino hasta las mínimas posibilidades de desarrollo y cohesión social de nuestros países. Lamentablemente, Paraguay está muy lejos de ser la excepción.

El informe “Dos años después: salvando a una generación” que se acaba de dar a conocer en Washington viene a reconfirmar otros anteriores del mismo tenor, pero con resultados aun peores. Las mediciones de aprendizaje a lo largo de la región indican que el nivel de los alumnos pudo haber retrocedido diez años en comparación con el de por sí bajísimo de antes de la pandemia.

De no hacerse un tremendo esfuerzo correctivo, esto les costará a estos niños y adolescentes de hoy una merma del 12% de sus ingresos a lo largo de su vida laboral, lo cual acentuará la pobreza, la desigualdad, el descontento social y la inseguridad en un subcontinente ya profundamente aquejado por estos males. Para tener una idea, en promedio, ello representa un aguinaldo y medio menos de ingresos al año para esos futuros trabajadores.

Un estudio publicado en diciembre de 2021, también del Banco Mundial, juntamente con el Unicef y la Unesco, cuantifica globalmente estas pérdidas en 17 billones (millones de millones) de dólares, equivalentes al 14% del PIB mundial. Si extrapolamos la cifra al caso paraguayo, los niños y adolescentes a quienes les ha tocado esta infausta circunstancia ganarán en sus futuras vidas adultas 5.000 millones de dólares menos, con el agravante de que será peor para los que menos tienen.

Todos los beneficios, en un solo lugar Descubrí donde te conviene comprar hoy

La calidad de la educación en Paraguay ya era incluso menor que la media latinoamericana antes de la pandemia y sin ninguna duda ha empeorado mucho más desde que se desató la crisis.

La última prueba PISA (sigla en inglés del Programa para la Evaluación Internacional de Estudiantes), una metodología estandarizada impulsada por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), se realizó en Paraguay entre septiembre y octubre de 2017 y abarcó una muestra de 4.510 estudiantes de 15 años, de 205 establecimientos educativos, además de 2.300 docentes y directivos.

La enorme mayoría no alcanzó siquiera el nivel básico, que es aquel donde los estudiantes “empiezan a demostrar competencias para participar de manera efectiva y productiva en su vida como estudiantes, trabajadores y ciudadanos”. De los relativamente pocos que “aprobaron”, el mayor porcentaje lo hizo “raspando”. En contrapartida, el 68% no logró las competencias básicas en lectura, el 92% en matemática y el 76% en ciencias.

Aunque no se han hecho nuevas mediciones, no hay ninguna razón para creer que este penoso panorama no se haya agravado dramáticamente con la larga interrupción de las clases presenciales, como lo sugieren todos los estudios realizados a nivel global y regional. El porcentaje de niños de 10 años con dificultades de comprensión lectora creció del 53% al 70% durante la pandemia. En América Latina, según el último estudio mencionado, ya es del 80%. En Paraguay probablemente es incluso mayor.

En el estado brasileño de São Paulo, según un trabajo de la Organización de Estados Iberoamericanos, los estudiantes en promedio aprendieron apenas 28% de lo que habrían aprendido si hubieran asistido a clases. El desempeño de los estudiantes retrocedió a los niveles de 2005 y se estima que se requerirán al menos once años de refuerzos y tutorías especiales para compensar el tiempo perdido.

Es cierto que en casi todos los países, Paraguay incluido, las clases presenciales se han restablecido, pero no así el ritmo de la recuperación, en gran medida porque muchísimos niños, especialmente entre los más pobres, o no han regresado a la escuela, o no lo han hecho de manera completa, o están totalmente perdidos después de pasar tanto tiempo prácticamente sin educación formal.

Cerrar los ojos y volver a lo mismo como si nada hubiera ocurrido no es una opción válida. Habrá que redoblar y triplicar esfuerzos para no condenar a esta generación, y al país en general, al estancamiento y al fracaso. Este debería ser el tema número uno en la agenda pública. Tanto las actuales autoridades como aquellos que aspiran a gobernar en el próximo período deben informar a la ciudadanía qué están haciendo y qué piensan hacer para revertir la situación.