El Presidente de la República debe dedicar todo su tiempo a ejercer un Gobierno nacional que esté al servicio de todos los habitantes de este país, sin distinción de banderías. No parece creerlo así Santiago Peña, originalmente liberal, y colorado de no muy larga data. Hasta se diría que tiene el “fanatismo de los conversos”, que necesitan demostrar en todo momento que son los más férreos defensores de su nueva fe. Acaba de volver a demostrar que la metamorfosis política puede tener efectos dañinos para la gestión gubernativa, al anunciar en Villarrica, en presencia de su líder, que “en el 2026 vamos a teñir de rojo toda la República del Paraguay”. Quiere así un país monocolor, a nivel comunal. Solo vale preguntar si, una vez alcanzado ese objetivo, volveremos a aquello del dictador Alfredo Stroessner: “Quienes no están con nosotros están contra nosotros”, abriendo una “brecha” entre los paraguayos. El autócrata también consagró que “el mejor amigo de un colorado es otro colorado”, con los privilegios que ello implicaba para los “leales”.
La ciudadanía ha tomado nota de que el jefe del Poder Ejecutivo cree que ni él ni los suyos deben atenerse estrictamente al Código Electoral, cuyo art. 290 limita la propaganda de esa índole a 120 días contados desde dos días antes de los comicios generales y municipales y a sesenta en los internos. El hecho de que él y los suyos ya estén en campaña para “teñir de rojo la República del Paraguay” en 2026, según dijo en presencia del líder del movimiento “Honor Colorado” y titular partidario, Horacio Cartes, conlleva una seria amenaza a la institucionalidad del país. De hecho, esa campaña no se reflejará necesariamente en una propaganda electoral, pero distraerá su atención de los asuntos gubernativos e inducirá desde ya al empleo de los recursos humanos y materiales del Estado para apoyar las precandidaturas del cartismo y de la ANR. Es un campo libre para los abusos en ese sentido.
Por de pronto, la muy prematura campaña electoral lanzada desde el Palacio de López no se reflejará en afiches expuestos en la vía pública ni en la propaganda radial, televisiva o periodística, sino en las rencillas más o menos abiertas de cara a las elecciones internas, que afectarán sobre todo a los Gobiernos comunales de la ANR. En efecto, es probable que la contratación de “operadores políticos” ya esté en marcha, pues los cartistas ya estarían en campaña para entintar el país. Puede presumirse que el objetivo propuesto contemple la protección a oscuros personajes, secuestrándolos de la persecución penal, con tal de que aporten para la causa.
El sectarismo transmitido por Santiago Peña es en extremo deplorable. Teniendo la sartén por el mango, es probable que el objetivo sea alcanzado, pero a costa de un perdedor: Juan Pueblo.
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