Un lugar en la Historiografía paraguaya

En ‘José Irala. Política y diplomacia paraguaya a inicios del siglo XX’, Luis María Duarte centra la mirada en un periodo poco examinado en la historiografía paraguaya. El aporte que este autor dejó antes de partir fija un momento especial para la historiografía nacional: desde ahora contamos con una herramienta más para examinar nuestras instituciones, escribe Hermes Ramos Dávalos.

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Cuando en marzo de 1870 el Paraguay se desdoblaba rechazando su exterminio y encarando su reconstrucción, el pequeño José cumplía siete años. Doce años después, integraba la primera promoción de egresados del Colegio Nacional de la Capital, con jóvenes promesas como Cecilio Báez y José de la Cruz Ayala. Así iniciaba su trayecto académico quien, luego de ocupar varias funciones públicas, fue designado ministro plenipotenciario en representación de nuestro país por la recientemente creada legación paraguaya ante Austria-Hungría, Alemania, Italia, Países Bajos y Suiza.

En José Irala. Política y diplomacia paraguaya a inicios del siglo XX, Luis María Duarte centra la mirada en un periodo poco examinado en la historiografía paraguaya, justo antes de la revolución de 1904, relatando que el Ministerio de Relaciones Exteriores fijaba sus bases institucionales con una Ley de Organización del Servicio Diplomático en el Exterior desde agosto del año 1903. En ese entonces, el Paraguay se hallaba representado oficialmente en diecisiete países de Sudamérica, Norteamérica y Europa, y se proponía una nueva proyección con la creación de la Legación del Paraguay ante los Estados de Europa Central.

La ciencia, como sistema selectivo de orientaciones cognitivas para interpretar la realidad, al decir de Talcott Parsons, encuentra en la Historia una fuente legítima para las necesarias miradas de reconocimiento que toda sociedad necesita. En este sentido, a partir de la investigación histórica en torno a la figura de Irala, se narra el contexto de la política y la diplomacia paraguayas heredadas de la posguerra del 70, con suficiente ejercicio crítico para replantear cuestiones en nuestra actualidad.

Cada capítulo del libro se ocupa de diferentes cuestiones, pero en consonancia con la estructura fijada por el autor, resaltando finalmente el protagonista y sus acciones, las instituciones por las que pasó, las relaciones político-partidarias y los medios de prensa de la época, entre otras. Al respecto, merece especial atención el capítulo III, que, a partir de documentos oficiales, constituye el primer trazado ordenado del desarrollo de las relaciones diplomáticas entre el Paraguay y distintos países de Europa.

Por otro lado, en el libro son fácilmente apreciables los destellos del novecentismo paraguayo. Considerando que Irala pertenece a la generación anterior, deben reconocerse los pasos silenciosos de este actor en aquel fenómeno, habiendo sido docente del Colegio Nacional y de la Universidad Nacional de Asunción, y siendo hoy rescatado del anonimato.

Este mojón que Luis María clavó antes de partir es una referencia elocuente de la visión política que le nutría. La relevancia del aporte de este autor fija un momento especial para la historiografía nacional, pues desde ahora cuenta con una herramienta más para examinar nuestras instituciones hoy. Desde la originalidad de esta investigación, resalta un encuadre con dos visiones de la política exterior paraguaya: la conservadora o reactiva y la progresista o proyectista. Son estas las ideas signadas por los nombres de José y Luis, quienes, venciendo al tiempo y la distancia, hoy constituyen una orientación cargada de optimismo para el desarrollo de nuestra sociedad.

hermesrada@gmail.com

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