El FMI deja de lado las medidas para la recuperación

El último informe del Fondo Monetario Internacional (FMI) sostiene de manera correcta que la ralentización de la economía a nivel mundial se encuentra afectando la creación de empleos y de mejores oportunidades para los países en desarrollo en especial. Esto es lo que ya sabemos y es el común denominador por parte de diversas fuentes privadas como públicas.

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Sin embargo, lo que al parecer todos se olvidan y relegan es acerca de las razones del por qué estamos en esta situación a nivel planetario y sobre todo de cómo vamos a salir de la misma. Por ejemplo, no se menciona acerca del error que se fue cometiendo en estos años con relación al llamado “espacio fiscal”, expresión ésta última que los técnicos han designado para seguir precisamente profundizando el abismo cada vez más grande entre ingresos y gastos en las finanzas de los gobiernos, sean de países desarrollados o no.

Por ejemplo, el endeudamiento. Sobresale con relación al FMI su olvido en dejar sentada una posición sobre la política de endeudamiento. Esto se debe a que considera que todavía en países como Paraguay se tiene suficiente “espacio fiscal” para seguir contrayendo los respectivos empréstitos.

En realidad, el FMI lo que ha venido haciendo es más bien financiar a gobiernos sin compromisos serios de reformas, en donde sobresalen políticos de baja calaña y corruptos.

El endeudamiento no resulta para bien de los ciudadanos de a pie ni para la iniciativa empresarial, la mayoría silenciosa que todos los días apuesta con su esfuerzo y creatividad por crear y distribuir más y mejores bienes y servicios. Se apuesta a financiar a gobernantes que con ideas tercermundistas fracasadas y obsoletas siguen alimentando al Estado, ese aparato multimillonario de escandalosos privilegios nutrido con tributos de todo tipo que se detrae bajo la fuerza a la gente.

Y ocurre que si bien el Estado como organización política y jurídica podría recibir con la ayuda del FMI cuantiosos recursos a bajas tasas de interés, también existen poderosos incentivos para los funcionarios que administran esos recursos. En verdad los fondos, todos ellos, provienen del esfuerzo previo de personas y empresas privadas que pagan cada dólar del endeudamiento sin que a la fecha se tome “al toro por las astas”: el malgasto público.

Con igual rigor de manifestación y al efecto de no dejar nada que pueda interpretarse de otro modo, ocurre que el FMI incentiva el mantenimiento del aparato estatal en el nivel de ineficiencia y corrupción, todo lo cual significa dejar de lado todo intento por realizar reformas para subsanar y corregir el escándalo del mal gasto y el despilfarro a costa de los que pagan y cada vez más sus tributos.

En tal sentido se había manifestado en su momento la directora gerente del FMI, Kristalina Georgieva, cuando dijo que “los gobiernos dentro de su espacio fiscal deben, y dentro de su capacidad, garantizar la recuperación en la presente crisis sanitaria”.

El problema

El problema está en precisamente saber a qué se refiere ese “espacio fiscal” que el propio FMI viene diciendo en documentos y conferencias. Porque básicamente y en términos técnicos espacio fiscal viene a ser el margen de maniobra que existe dentro del presupuesto para proporcionar recursos sin comprometer la sostenibilidad financiera ni la estabilidad de la economía.

Así expresado no parecen existir complicaciones. Pero ocurre que el “espacio fiscal” se ha venido a ensanchar demasiado e incluso sin consideración alguna a la dinámica propia de la economía de cada país. El espacio fiscal puesto en los hechos se ha vuelto demasiado laxa, demasiado flojo, sin el rigor correspondiente, puesto que no nos debemos seguir engañando o pasando de ilusos debido a que en realidad no se refiere a la sostenibilidad fiscal y mucho menos al recorte de los gastos superfluos traducidos en mal gasto que terminan en corrupción.

De lo que se habla y con insistencia es más bien de aumentar los ingresos para que los políticos los sigan gastando de acuerdo a sus propios arbitrios. Y de esto sí, y definitivamente sí que saben y mucho los dirigentes corruptos y de escasas luces a quienes poco y nada les interesa poner la casa en orden. No nos engañemos entonces ni seamos siendo ilusos porque cuando de espacio fiscal se menciona, pues se está hablando y obrando en buscar más ingresos mediante más deudas y pronto más impuestos.

Lo que se olvida

Un acontecimiento importante ocurrió en los años finales de la década del ‘70 del siglo pasado con el estatismo socializante. La tremenda influencia del neokeynesianismo hizo que los países incluso ricos tengan graves inconvenientes financieros y monetarios. Esto generó y terminó en un proceso que se conoce como estanflación. Se dio lugar a la aparición de una mezcla entre el aumento del desempleo, la consecuente recesión y desorden monetario.

Ocurre que en puridad los estados representados por sus diversos gobiernos no pueden hacer milagros como usualmente se cree y todavía se predica ilusamente. Fue entonces que en aquellos citados años no quedó otra manera de corregir los problemas subyacentes del estatismo.

Fue necesario en los países ricos aplicar medidas de austeridad, saneamiento fiscal y sostenibilidad monetaria, una tarea de la que desde luego no están exentos los países más pobres, los subdesarrollados. Todavía más, los países con bajo nivel de inversiones y de producto interno bruto (PIB) que requieren medidas aún más rigurosas de control del gasto público por cuanto que sus respectivos estados se fueron convirtiendo en verdaderos “ogros filantrópicos” como alguna vez lo denominó Octavio Paz.

La realidad

La realidad es que en los países como Paraguay el Estado todavía se guarda para sí incontables beneficios convertidos en privilegios. De este modo, lo que tenemos es que los gobiernos no son del pueblo y para el pueblo siguiendo el “dictum de Lincoln” para las genuinas democracias constitucionales; lo que tenemos es que los gobiernos pertenecen a la burocracia coaligada con los políticos.

El malgasto, el despilfarro, la corrupción, las riquezas mal habidas son parte de un botín creado y mantenido por una estructura estatal de la que muy pocos, casi nadie, está dispuesto a hacerle frente.

Poco interesan los malos servicios básicos, como el agua, la electricidad y la recolección de basura, y esto sólo por mencionar lo esencial porque si se habla de seguridad, justicia, salud y educación (y me refiero a lo que establece nuestra Constitución) pues ahí estamos más que atrasados.

Pero aún así se insiste en seguir con lo mismo. Los estímulos fiscales, políticas monetarias laxas. Seguir creyendo hasta ciegamente que los gobiernos saben gastar con eficiencia y eficacia es un error grave porque llevará al Paraguay a que el financiamiento de las próximas políticas “sociales” y la corrección del estancamiento provengan de seguir con el festival de más deuda pública y luego se vendrá con énfasis la emisión de dinero.

Sería muy interesante conocer cuáles son las ideas y propuestas concretas que el FMI considera necesarias para el crecimiento de nuestra economía.

Corrupto

El FMI más bien ha venido financiando a gobiernos sin compromisos serios de reformas, en donde sobresalen políticos de baja calaña y corruptos.

Obsoleta

Apuestan a financiar a gobernantes con ideas tercermundistas, fracasadas y obsoletas, y seguir alimentando al Estado para los privilegios.

(*) Catedrático de materias jurídicas y económicas en UniNorte. Autor de los libros “Gobierno, justicia y libre mercado”; “Cartas sobre el liberalismo”; “La acreditación universitaria en Paraguay, sus defectos y virtudes” y otros como el recientemente publicado “Ensayos sobre la Libertad y la República”.

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