Para ello, en las tres publicaciones previas, analizamos las consecuencias que un escenario como ese podría acarrear sobre los tres sectores de la economía: primario, secundario y terciario.
En la primera entrega, advertimos sobre el riesgo para el campo paraguayo, donde China pagaría precios menores por la carne en comparación con los mercados prémium y, en el caso de la soja, no habría gran diferencia de cotización en el largo plazo, sumado a la amenaza de depender de un solo mercado grande cuyas reglas de juego no siempre son claras ni justas.
La segunda parte se enfocó en el “jaque mate” a la industria nacional paraguaya y la “reprimarización” de la economía, pues ante un ingreso masivo de manufactura china se proyecta una pérdida de al menos 11.500 empleos industriales solamente en el primer año y una pérdida global de más de US$ 550 millones para nuestra economía.
En tanto que la tercera entrega exploró las amenazas en áreas estratégicas del sector servicios, al comprometerse infraestructura clave como puertos, las vulnerabilidades en ciberseguridad y la “trampa de la deuda” en la que un país pequeño como Paraguay podría caer.
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Por último, en este artículo de cierre, observamos las lecciones aprendidas de los países que en los últimos años decidieron el giro diplomático, apostando por el gigante asiático –y cómo la realidad ha distado mucho de las promesas de crecimiento y progreso–. También, cómo les ha ido a los países de América Latina y el Caribe (ALC) que históricamente han mantenido esta relación, en contraste con la narrativa del gobierno chino.
El “futuro compartido”: Promesas vs. realidad
A inicios del mes en curso, el gobierno chino publicó su “Documento sobre la Política de China hacia América Latina y el Caribe”, donde se habla de una “Comunidad de futuro compartido” basada en la “no condicionalidad” y la “cooperación Sur-Sur”, entre otras promesas. En 28 páginas, el informe desarrolla los programas propuestos, titulados “de la solidaridad”, “del desarrollo”, “de las civilizaciones”, “de la paz” (sic).
Asimismo, describe la “Iniciativa para la Gobernanza Global (IGG)”, que “promueve a fondo la construcción conjunta de la Franja y la Ruta de alta calidad y aboga por un mundo multipolar igualitario y ordenado y una globalización económica universalmente beneficiosa e inclusiva, fomentando así la construcción de la comunidad de futuro compartido de la humanidad”.
En otro apartado, afirma: “China y ALC se han convertido en una comunidad de futuro compartido que avanza de la mano y que tiene el trato en pie de igualdad como su carácter definitorio, los beneficios mutuos y las ganancias compartidas como su fuerte impulso, la apertura y la inclusión como su visión y cualidad, y el bienestar para los pueblos como su propósito fundamental, por lo que ostenta vigorosa dinámica y amplias perspectivas de desarrollo”.
Sin embargo, la experiencia real de LAC refuta tales anuncios rimbombantes.
“Respeto a la soberanía”
Primeramente, veamos la “no condicionalidad”. El documento afirma respetar la soberanía, pero impone el principio de “Una sola China” como premisa política innegociable –esto lo reiteró el director general del Departamento de Asuntos de América Latina de la Cancillería en Pekín, embajador Zhang Run, en una reciente entrevista con ABC Color–. Dicha imposición limita la libertad de los Estados para elegir sus aliados.
En segundo término, analicemos el “desarrollo compartido”. Mientras Pekín promete “actualización industrial”, el comercio internacional muestra que China demanda principalmente productos primarios de ALC (soja, carne, minerales) y, al mismo tiempo, le exporta bienes de alto valor, lo que profundiza el desbalance comercial en perjuicio de las economías latinas.
El estudio “América Latina y China: ¿beneficio mutuo o dependencia?”, de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) es bien claro sobre ese punto. China impulsa el crecimiento y el bienestar de la región en el corto plazo, pero al costo de reforzar la reprimarización, la desindustrialización y la dependencia en el largo plazo.
En pocas palabras, el gigante asiático depende poco del comercio con ALC y, en contraste, varios países latinoamericanos muestran alta dependencia comercial de China.
Balanzas deterioradas
Por ejemplo, Ecuador y Nicaragua han registrado un deterioro del 147% y 76%, respectivamente, en su balanza comercial con China en las últimas décadas. El Centro de Estudios Económicos de la Unión Industrial Paraguaya (UIP), en su reciente informe sobre el tema, aborda esa realidad: Esta evolución responde a la dinámica comercial habitual entre China y América Latina, caracterizada por un intercambio asimétrico. De hecho, mientras el país asiático exporta bienes de alto valor agregado –como motocicletas y tractores hacia Nicaragua, y teléfonos y automóviles hacia Ecuador– estos países colocan en el mercado chino principalmente productos primarios como crustáceos, minerales de cobre y azúcar.
En esa línea, Alfonso Algora, consultor internacional especializado en Iberoamérica, explica que es muy difícil evitar ese escenario de asimetría sin una política industrial fuerte previa y en tal sentido, menciona la posición de nuestro país.
“Paraguay, hoy por hoy, tiene una capacidad muy limitada para imponer reglas de juego exigentes a una potencia industrial como China, que necesita colocar grandes volúmenes de productos manufacturados a cambio de materias primas. Muchos países han cometido el error de pensar que esa asimetría se corrige con el tiempo, y es al revés: va a más. Y luego revertirlo es muy caro y lento”, analiza.
Incluso otros socios históricos de China, como Argentina, Bolivia y Uruguay, han experimentado un marcado deterioro en sus balanzas comerciales, llegando a registrar caídas superiores al 1.000% en dos décadas, como en el caso de Uruguay.
En cuanto a Brasil, el “gigante regional”, aunque mantiene superávit por la soja exportada, sufre una desindustrialización agresiva, de la cual se ha hecho eco la prensa brasileña en numerosas publicaciones. Precisamente, datos del sector indican que en 1972, su manufactura representaba más del 20% del producto interno bruto (PIB), y hoy apenas ronda el 11% del PIB.
Para Algora, el caso de Brasil es una “advertencia clara que muestra que el problema no es el tamaño del país, sino el tipo de competencia (...) China vende barato, pero vende con cierta ‘trampa’, usando subsidios, financiamiento estatal y una escala productiva que ningún país de la región puede igualar. Por esta razón, la industria paraguaya competiría en condiciones desiguales desde el primer día”, reflexiona el especialista.
¿Es fiable la cooperación financiera de Pekín?

Asimismo, veamos qué sucede con la “cooperación financiera”. Los créditos chinos a países de ALC, África y Asia a menudo han incluido cláusulas poco claras y hasta leoninas, que han comprometido activos estratégicos. Por ejemplo, Venezuela vive una crisis agravada por deudas de US$ 60.000 millones con Pekín.
A su vez, el artículo académico de Federico Rabino, recientemente publicado por la revista del Club de Economía UCA, señala que “el caso de Ecuador es ilustrativo”. Cuenta que tras endeudarse fuertemente con China, “el país debió pagar con petróleo crudo y aceptar compromisos de suministro a largo plazo, lo que restringió su capacidad para diversificar socios comerciales”.
La IED china: Del discurso mediático a los datos reales
No obstante, uno de los mayores atractivos que Pekín utiliza para seducir a las naciones del Sur Global es la promesa de “inversiones masivas” que en puridad no se materializan –y quizás los artículos periodísticos poco analíticos y sin datos duros tengan gran responsabilidad en reforzar esa narrativa–. Esta semana, por ejemplo, un cable de la agencia EFE publicado en ABC Color se tituló “China consolida su presencia económica en Latinoamérica entre fricciones con EE.UU.”.
El citado artículo –basado en datos oficiales de China y no contrastado con estudios o datos de los países que hace mención– asegura que China es el “principal socio comercial de múltiples países” latinoamericanos, “como Brasil o Argentina”, y que, además, ha elevado su presencia en la región con “importantes proyectos”. Señala el puerto de Chancay (Perú), fábricas de vehículos en México y Brasil, minas de cobre o hierro en Chile, proyectos ferroviarios en Argentina y las explotaciones de litio en Bolivia.
La publicación menciona datos del Ministerio Chino de Comercio, sobre la inversión directa del país asiático en Latinoamérica que “alcanzó en 2024 los 14.710 millones de dólares”. Sin embargo, no incluye la evidencia de limitada IED china en ALC, que algunos analistas califican incluso de “especulativa y, a menudo, extractiva”.
Ya habíamos mencionado los hallazgos de Cepal en su informe sobre la IED 2024 de China en esta parte del mundo. Se encontró, en ese sentido, que es apenas el 2% de la inversión total que recibe la región.
Pero, además, el estudio de referencia subraya que la IED china no sigue exactamente el patrón clásico de las inversiones europeas o estadounidenses, sino que está fuertemente vinculada a la estrategia de desarrollo del Estado chino. Numerosas inversiones son realizadas por empresas estatales o firmas privadas con respaldo político y financiero.
Baja participación en manufactura, conocimiento e I+D
Asimismo, otro hallazgo empírico importante de Cepal es la concentración sectorial de la IED china: predomina en minería, hidrocarburos, energía, infraestructura asociada (puertos, transporte) y, en contraste, tiene muy baja participación en manufacturas complejas, como los sectores intensivos en conocimiento y la I+D local.
Además, otro punto señalado como crítico es que las empresas chinas suelen operar con proveedores propios, insumos importados, financiamiento chino.
Al respecto, Algora es tajante: “Seamos claros: China es una dictadura. Por tanto, ni el tablero es simétrico, ni el financiamiento sería por amor al Paraguay, y entrarían en el juego contratos opacos, mecanismos abusivos de control en caso de impago o garantías sobre infraestructuras, por lo que el máximo riesgo perder margen soberano sobre activos estratégicos. Y eso ya ha pasado en otros países de la región”.
En el caso de la energía, el consultor internacional añade que aceptar financiamiento por rapidez o volumen significaría una “cesión de poder a largo plazo” y Paraguay, que cuenta con ventaja energética, “comprometería el control de recursos clave a cambio de crédito, no de desarrollo”.
Lecciones ¿aprendidas?
Los estudios de la UIP y de Rabino grafican muy detalladamente lo que ha sucedido en los países que recientemente giraron hacia China, donde las inversiones productivas significativas aún no se han concretado.
Destacan el ejemplo de Panamá (que cortó relaciones con Taiwán en 2017 para establecerlas con China), donde las inversiones han sido calificadas como “modestas” y los beneficios “apenas tangenciales” (es decir, que existen, pero que son mínimos y no fundamentales ni directos).
Así también, el caso de El Salvador (2018), donde la cooperación se ha limitado a la “diplomacia del estadio” (obras simbólicas donadas como bibliotecas o plantas de agua), pero sin generar tejido industrial sostenible.
Asimismo, se hace referencia a Costa Rica (2007). Su déficit comercial con China se disparó más de 150%, mientras que el volumen de sus exportaciones (instrumentos médicos) no logra compensar la importación masiva de vehículos y tecnología china.
Honduras (2023), en tanto, es calificado como “el caso más traumático” (y al respecto ya hicimos mención en nuestra primera entrega). El país perdió el mercado taiwanés de camarón (caída cercana al 70% en envíos), mientras su déficit comercial con China se consolidó en US$ 2.520 millones en solo un año.
El silencio mediático frente a los datos duros
Considerando todos estos datos regionales y de extrazona sobre el impacto negativo de China en las economías en desarrollo, podríamos llegar a la conclusión engañosa de que estas informaciones llegan al público paraguayo de manera estratégica, para sentar postura sobre el fenómeno económico que hoy significa el gigante asiático.
Sin embargo, esta serie de reportajes incluyó la revisión de más de 700 publicaciones en la prensa local paraguaya durante el último año, de tres diarios de distribución nacional, que revela una realidad llamativa (por decir lo menos): el debate público parece dominado por el lobby “pro China”, mientras que a Taiwán se le asigna apenas el papel de donante, omitiendo sistemáticamente el análisis de la relación estratégica económica de fondo con el país.
No obstante, a pesar de la falta de titulares, los datos demuestran que el vínculo con Taiwán tiene un peso relevante para una economía pequeña y abierta como Paraguay. Mientras que con China funciona un “TLC unidireccional” de facto, ya que importamos por más de US$ 5.000 millones y exportamos apenas US$ 30 millones, una asimetría que –según la experiencia mundial– se profundizaría con un reconocimiento formal.
Sobre el costo de oportunidad y la autonomía estratégica, el especialista Algora alerta que reconocer a China no es solo una operación económica, sino también es un “compromiso político sin retorno que limita la autonomía del país en política exterior, inversiones estratégicas y alianzas regionales”.
No cometer un “error histórico”
“El balance neto proyectado, que ya indica pérdidas de cientos de millones, es solo la punta del iceberg, ya que se suman riesgos de desindustrialización, déficit comercial y dependencia tecnológica. A mi modo de ver, el que Paraguay acepte la ‘chequera’ de corto plazo a cambio de ceder control político y estratégico sería un error histórico, puesto que el desarrollo sostenible requiere autonomía, capacidad de decisión y socios confiables, no solo cifras inmediatas”, asegura.
A la luz de todas estas reflexiones, todo indica que el dilema paraguayo no debería centrarse en elegir entre dos socios comerciales, sino en decidir entre un modelo de dependencia primaria o autonomía industrial. La experiencia regional es contundente: apostar a China suele significar cambiar una alianza basada en valores y cooperación técnica por un vínculo comercial asimétrico que compromete el futuro productivo del país.
MEF: Paraguay busca mercados confiables
Paraguay analiza su inserción internacional desde una perspectiva integral y de largo plazo, priorizando que el comercio exterior contribuya al crecimiento sostenible, al desarrollo industrial y a la generación de empleo de calidad. El viceministro de Economía del Ministerio de Economía y Finanzas (MEF), Felipe González Soley, afirma que “la experiencia internacional muestra que los efectos del comercio dependen también del diseño de las políticas públicas y de los instrumentos de acompañamiento al sector productivo”.
Destaca que cualquier ampliación de relaciones comerciales “debe evaluarse cuidadosamente para asegurar que complemente, y no sustituya, los esfuerzos de diversificación productiva e industrialización que el país viene impulsando”. Señala que el Gobierno promueve una estrategia de desarrollo en conjunto con el sector privado que busca “valor agregado, inversión y empleo, independientemente del origen de nuestros socios comerciales”.
Relaciones con estabilidad, previsibilidad y calidad
Para Paraguay, el tamaño de un mercado es relevante, pero no es el único factor. González Soley afirma que “la estabilidad, la previsibilidad y la calidad de las relaciones económicas son elementos fundamentales para la planificación de inversiones y el desarrollo de sectores productivos”. Destaca que la relación económica con Taiwán “ha demostrado ser estable, complementaria y beneficiosa, con acceso preferencial para productos clave y un marco de cooperación que trasciende lo estrictamente comercial”.
El viceministro enfatiza que Paraguay mantiene una visión abierta y pragmática del comercio internacional, buscando oportunidades en todos los mercados sobre la base de “reglas claras, previsibles y mutuamente beneficiosas”. Afirma que el país cuenta con un marco normativo alineado con la Organización Mundial del Comercio que permite actuar frente a prácticas desleales y que el Gobierno trabaja para garantizar competencia justa, protegiendo “al consumidor, al productor local y al empleo”.
Al mismo tiempo, asegura que Paraguay continúa fortaleciendo su competitividad, mejorando el clima de negocios y consolidando instituciones sólidas, con el objetivo de que el país sea “un socio confiable, previsible y atractivo para el comercio y la inversión internacional”.
Política exterior soberana
Sobre la relación con Taiwán, subraya que Paraguay mantiene “una política exterior soberana, basada en valores, en compromisos internacionales y en la defensa de su interés nacional”, y que la relación histórica con ese país “ha generado resultados concretos para el desarrollo económico del país”, mientras se promueve apertura comercial con todos los países respetando principios y el marco institucional paraguayo.
