Unas 1.700 personas aisladas en albergues se contagiaron de COVID-19 durante el primer año de pandemia

Tras el cierre de fronteras, el presidente de la República, Mario Abdo Benítez, firmó en abril del año pasado un decreto mediante el cual puso en vigencia la utilización de albergues comunitarios para contener el virus. Fue así que los compatriotas que retornaban al país desde diversas partes del mundo tuvieron que pasar incluso más de 15 días aislados. La medida, que en ese momento fue aplaudida por la ciudadanía en general y logró su cometido de frenar la propagación del virus, hoy se recuerda como excesiva y un atropello a la libertad.

Compatriotas cumplen cuarentena en albergue instalado en el Círculo de Ingenieros Colorados
Iván Reyes Young

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Al cumplirse el primer año de la pandemia de COVID-19, que ya contagió a más de 160.000 paraguayos desde el 7 de marzo de 2020, no se debe olvidar que durante este periodo el Gobierno nacional instaló en casi todo el país albergues de contención para connacionales que llegaban a Paraguay desde distintos rincones del mundo.

Aunque se trata de un porcentaje ínfimo de solo el 1% del total de contagiados, es decir 1.782 personas, la obligatoriedad de pasar por estos espacios para poder ingresar a nuestro país primeramente fue aprobada por la ciudadanía en general, que veía con buenos ojos la contención del virus, pero conforme pasaron los meses fue ampliamente criticada.

Tras el cierre de fronteras y la llegada de vuelos humanitarios de diversas partes del mundo, el presidente de la República, Mario Abdo Benítez, firmó el 9 de abril el Decreto N° 3.526 mediante el cual autorizaba la utilización de albergues temporales a fin de ubicar a las personas que retornaban al país y podían dar positivo al test.

Cada albergue dispuesto en el país contó con personal sanitario permanente, mientras que el período de permanencia de las personas era de unos 15 días tras dar negativo al test.

La noticia fue bien recibida en un principio y era defendida por un gran sector de la población, que en ese momento incluso pedía que no se permitiera el ingreso a más compatriotas. Sin embargo, rápidamente causó la indignación de quienes se encontraban recluidos en estos espacios, ya que denunciaban condiciones insalubres y hacinamiento.

Durante el periodo activo de estos sitios, en más de una ocasión los retenidos en el lugar quemaron colchones como medida de protesta e incluso varias personas lograron escapar.

Es importante mencionar, sin embargo, que la retención de los viajeros que ingresaban al país fue una medida que el Ministerio de Salud Pública (MSPBS) consideró fundamental para evitar la propagación del COVID-19 y que logró su cometido durante los primeros meses de pandemia. Sin embargo, con la apertura gradual de los sectores económicos llegó también el ascenso en la curva de contagios comunitarios de COVID-19.

Según el informe de Salud Pública, los contagios de la enfermedad comenzaron a mostrar un aumento a partir de julio, mes en que se dio mayor libertad a las actividades sociales y económicas en casi todo el país mediante la aplicación de la “cuarentena inteligente”.

Al iniciarse el mes de julio había poco más de 2.000 casos, 19 fallecidos y una tasa de positividad diaria por debajo del 5%, mientras que para finales de agosto los casos confirmados ya ascendían a más de 18.000 y habían perdido la vida a causa de la enfermedad 340 personas, con una tasa de positividad del 30% que se registraba fundamentalmente en Alto Paraná y Gran Asunción.

Durante esos meses, Alto Paraná fue el departamento más golpeado por el SARS-CoV-2, llegando a ser el epicentro del virus; empero, las cifras en la región comenzaron a bajar en la primera quincena de setiembre, trasladándose esos altos números a Asunción y el departamento Central.

A pesar del aumento paulatino de casos en las mencionadas regiones del país, el Ministerio de Salud decidió no aplicar más medidas drásticas, pero implementó la “cuarentena social” el 22 de agosto, dejando en espera la fase 4 en Asunción, Central y Alto Paraná.

Durante este periodo se aplicó la suspensión de viajes de larga distancia los fines de semana, se restringió la venta de bebidas alcohólicas y se prohibió la circulación de 20:00 a 05:00, medidas que fueron aceptadas a duras penas por la gran mayoría de la ciudadanía.

En el resto del país, que ya había avanzado para ese entonces a la fase 4 de la “cuarentena inteligente”, también comenzó a observarse más brotes comunitarios durante agosto y setiembre, así como también el ascenso en el número de internados y fallecidos. Tomando en cuenta esto fue que Salud Pública decidió que el departamento de Boquerón y el distrito de Carmelo Peralta, en Alto Paraguay, así como también los departamentos de Caaguazú y Concepción, retrocedieran de fase.

Modo seguro de vivir

Luego de varios meses de “preparación” y bajo la crítica de un pueblo ya cansado de vivir encerrado y sin poder trabajar, el pico de contagios llegó a Paraguay entre setiembre y octubre.

Tras varias semanas de registros diarios muy altos, Salud Pública anunció que el país se encontraba en una “suerte de meseta”, lo que permitió que el Gobierno nacional decidiera reabrir más sectores económicos y permitir, entre otras cosas, la apertura de fronteras con Brasil, tras siete meses de cierre.

Fue así que el paso fronterizo a través del Puente de la Amistad se hizo posible nuevamente el 15 de octubre y se sumaron posteriormente los demás pasos fronterizos con el vecino país.

Además de la apertura de la frontera, durante este periodo también se abrió paso a la circulación interdepartamental sin restricciones y la libre circulación todos los días entre las 5:00 y las 00:00. Asimismo, se procedió a la autorización de los vuelos internacionales o vuelos “burbuja” en su primera fase, para posteriormente, el 21 de octubre, se dispusiera la apertura de aeropuertos internacionales con vuelos comerciales, con el requisito de tener test negativo de COVID-19 dentro de las últimas 72 horas o guardar aislamiento.

Para el momento en que se anunció la apertura del paso fronterizo con Brasil y la reactivación de los vuelos comerciales, ya nadie mostró interés en objetar la decisión tomada: primero porque el virus ya se había instalado hace tiempo en la comunidad y segundo porque la necesidad económica era acuciante y ya había derivado en el despido de cientos de personas y el cierre de un buen número de negocios.

Durante todo este proceso, el Ministerio de Salud aplicó lo que denominó “modo seguro de vivir”, que dio resultados esperanzadores tras experimentarse en el país un descenso de contagios que incluso llegó por debajo de los 3.000 casos positivos por semana. No obstante, luego de unos 30 días de paulatino descenso durante casi todo el mes de noviembre, cuando el número de fallecidos llegó incluso a descender a 5 por día, a finales de ese mes las cifras comenzaron a subir una vez más, llegando a lo que se vive actualmente.

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