Escenario de crisis, como casi siempre

El panorama para las elecciones generales del 30 de abril de 2023 está signado nuevamente por un escenario de crisis política, como hemos tenido muchas veces antes. Sus consecuencias son difíciles de prever, cualquiera sea el que triunfe y asuma el poder.

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Desde la caída de Alfredo Stroessner, de manera recurrente los escenarios preelectorales en Paraguay se han caracterizado por la incertidumbre de lo que pueda pasar con el gobierno que viene por el contexto conflictivo en el que asumirá. El de ahora no es la excepción.

En las elecciones de 1993, el candidato colorado, Juan Carlos Wasmosy, surgió de internas fraudulentas. En 1998, el candidato ganador de las internas coloradas, Lino Oviedo, fue preso y lo reemplazó su vicepresidente, que no tenía ningún liderazgo. En 2002, el país emergió de una enorme crisis económica y social y ganó Nicanor Duarte Frutos, con un escaso porcentaje de votos, gracias a la división opositora. En 2008, perdió el Partido Colorado, dividido por las ambiciones de poder de Nicanor y la oposición ganó con el exobispo Fernando Lugo. En 2013, Horacio Cartes “compró” su candidatura al Partido Colorado, entonces sumido en una insondable crisis de identidad (de la que aún no logra salir) y le ganó a una oposición unida con saliva. En 2018, la mayoría de la dirigencia y los simpatizantes colorados votaron en la interna contra Cartes para hacer ganador a un ignoto Mario Abdo Benítez que luego ganó por un escaso margen de votos al candidato opositor Efraín Alegre.

Y llegamos a este periodo actual que, por sus características, se puede en parte comparar al que tuvimos en la previa a las elecciones generales de 1998.

Aquella vez, el Partido Colorado se presentaba con una unidad de fachada pero con diferencias irreconciliables, tal como sucede ahora.

Todos los colorados sabían entonces, aunque hacían como si no, que la convivencia entre los dos movimientos políticos mayoritarios, argañismo y oviedismo, era imposible, pero los dirigentes apelaban al sentimiento colorado fanático y denostaban contra sus adversarios que eran vistos como traidores y agentes extranjeros. Tal como ahora.

En realidad, los dirigentes colorados no tenían nada claro sobre lo que podía pasar si ganaban las elecciones, pero preferían esa incertidumbre a lo que llamaban “la llanura”.

Por su parte, la oposición, en aquel 1998, se presentó unida como nunca y había una expectativa fundada de ganar, lo cual no ocurrió y dio crédito a la frase acuñada por Luis María Argaña acerca de que, con el Pato Donald o Ñakyrá Piré como candidatos, igual el Partido Colorado ganaba las elecciones.

Lo ocurrido en ese periodo (1998-2002) finalmente fue catastrófico y Paraguay vivió una de sus etapas más negras en términos sociales, económicos y políticos.

En la actualidad, la oposición no está unida y, aún si llegan a un acuerdo de último momento, no parecerá sincero. Solamente, tal vez, será un poco menos cínico que la que se da ahora entre sus adversarios colorados.

Pase lo que pase, cualquiera sea el que gane en abril próximo, no podrá gobernar el país sin un amplio acuerdo político entre la mayoría de los sectores políticos. Hasta debería intentarse un nuevo pacto social que, por las circunstancias, parece improbable, pero que es la única alternativa para pensar que hay un futuro posible.

mcaceres@abc.com.py

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