El fortuito día en que Peña salvó a Alegre

Alegre debe agradecerle a Peña porque el agravio de este al pueblo argentino solapó la aberración efrainista que propuso sustituir la merienda escolar por dinero “para las familias”. La incapacidad de articular un proyecto país y la escasa habilidad dialéctica en ambos, por falta de cultura y de calidad de estadista, nos remiten al homo vacuus, al hombre vacío.

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“Nuestros vecinos acá en la Argentina no quieren trabajar”. Esto es intergiversable. No puede Peña decir que los medios que le “persiguen” lo sacaron de contexto. Lo que pudo haber pasado es que su pobreza dialéctica le impidió abstraer correctamente la idea.

Pero ese es un problema de él y no de los medios. Esto armó un escandalete que cubrió el extravío de Alegre, quien anunció, bajo el título de Niñez sin hambre, algo que en círculos serios fue considerado, cuanto menos, “irresponsable”.

Efraín planteó eliminar la merienda escolar y transferir, de ese rubro, 200.000 guaraníes mensuales a “las familias más pobres”, para que las madres se encarguen de prepararles la merienda a sus hijos. En su enrevesado estilo de barricada, Alegre alzó un tuit: “Vamos terminar con la corrupción de la merienda escolar, porque la corrupción se lleva la mayor parte. Vamos a transferir directamente a las madres ese presupuesto, no le(s) vamos a dar más a los políticos para que se roben ese dinero”. Esto supone cargarles a las madres otro peso más y “se las hace responsables de combatir la corrupción en lugar de que este rol sea cumplido por los gestores/autoridades que asumen el gobierno y cobran un salario para ello”.

El deber de Alegre, si llega al poder, es llevar a la justicia a los ladrones de la merienda escolar: gobernadores, intendente, proveedores. Muchos de ellos de su propio partido. En vez de pensar en dislates semejantes, Alegre debiera de ver qué hacer con la educación en su hipotético gobierno. Tendría que tener un equipo trabajando en un plan educativo con una malla de materias que revierta el estado de analfabetismo funcional en la mayoría de nuestros compatriotas.

Y tendría que pensar en la revolución: la limpieza del Ministerio, antro de manipulación politiquera, coto de negociados, nido de burócratas mediocres, con excepciones.

Denle de leer a Alegre el estupendo libro La gestión Lafuente, de José Verdecchia (Servilibro, 2022). Marta Lafuente buscó como ministra institucionalizar el MEC suprimiendo corruptos, planilleros y traficantes. Despartidizarlo. Dar primacía al mérito académico. La mafia la obligó a irse tras acusaciones delirantes, luego de tres años de resistencia a poderes extraeducacionales. Este libro le hará ver a Alegre qué encontrará en el MEC y cuál es el verdadero problema que deberá enfrentar en el mundo de la Educación.

Por ahora, Alegre le debe a Peña el haberle evitado un bochorno mayor en esta puja de homo vacuus, nuestros ínclitos candidatos presidenciales que o no saben lo que dicen o no saben decir lo que piensan. Un vacío de educación.

nerifarina@gmail.com

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