Se puede decir que su transformación urbana se inicia en 1843, cuando el gobierno presidido por Carlos Antonio López designa al enclave como “Villa Encarnación” y ordena la evacuación de la comunidad indígena instalada en el lugar a la actual Carmen del Paraná.
Con la represa de Yacyretá y la literal desaparición de su antigua “Villa Baja”, principal centro urbano, se delinea definitivamente su actual configuración geográfica. Encarnación paga el precio de su transformación de pueblo rural a ciudad moderna y atractiva con parte importante de su historia contenida en ese espacio urbano desaparecido.
Existen varias iniciativas por rescatar la memoria histórica de la ciudad. La organización Memoria Viva es una, por citar un ejemplo. La más reciente es la de un empresario encarnaceno que a cuenta de sus recursos mandó la construcción de sendos monumentos al misionero jesuita Roque González de Santa Cruz (fundador de la ciudad), y al cacique Ytapúa (en ejecución).
En este mismo sentido, existe un importante trabajo sobre el llamado “Tape Aviru”, un camino ancestral de los guaraníes, y que durante la Colonia se conoció como “Camino Real”. Retazos de ese camino ubicados en el distrito de Encarnación y Cambyretá fueron identificados en una investigación del historiador Silvio Sosa. El año pasado, la Secretaría Nacional de Cultura, por Resolución 876/2022, la declaró bien patrimonial
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En este mes aniversario de Encarnación, qué oportuno sería que autoridades locales (municipio, gobernación) encaren acciones que permitan materializar ese rescate teórico mediante la puesta en valor de testimonio tangible de la historia, parte del cual hoy es utilizado como depósito de chatarras.
Esto no solamente permitirá recuperar para la memoria de los encarnacenos un testimonio vivo de su historia, sino que puede convertirse en un enorme atractivo turístico más, para una ciudad que tiene en el turismo un poderoso motor de la economía.