Un poder que desprecia el conocimiento

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Los gobiernos colorados, entendiéndose gobierno como los tres poderes y los organismos institucionales, no se distinguieron últimamente por elegir a las personas más idóneas para cargos de alta responsabilidad, salvo raras excepciones. Un ejemplo estridente es el señor Hernán Rivas. Alguien se encaprichó en que fuera miembro del JEM, aun con la sospecha de que no cumple el requisito fatal para ello: ser abogado. No importa. Debe estar ahí.

Y no solo sobrevuela la sospecha de que no es abogado, por más que le hayan buscado mil vueltas para tratar de crearle alguna documentación que avalara su condición de tal, sino que en su primera intervención ante el que debiera ser el solemne Jurado de Enjuiciamiento de Magistrados, se convirtió automáticamente en meme: se viralizó el vídeo que hizo que la gente no solo ya sospechara que no fuera abogado, sino también comenzara a dudar hasta de que fuera alfabetizado.

Pero a quien se encaprichó por ponerlo ahí eso no le importó ni le importa. Para ampliar las sospechas de que algo hay detrás de su designación para el cargo, la misma corporación del JEM, todos abogados (hasta donde se sabe), lo eligió luego, nada menos, presidente. Eso sonó a una abdicación a la inteligencia, a la razón, a la dignidad. No podía ser cierto. Pero lo era. Tristemente cierto.

El señor Rivas está causando un enorme perjuicio moral a la imagen del país y lanzando un mensaje nefasto a los jóvenes paraguayos. Quizá su falta de cabal comprensión de la realidad debido a sus inocultables limitaciones intelectuales (aunque parece que tiene otras habilidades), no le permite ver que él es apenas tosco instrumento de un sector politiquero que está pervirtiendo la institucionalidad de la República. Pero se está llegando a límites intolerables. En la intención de salvaguardarlo de las críticas, se movilizan organismos del Estado que debieran de estar en cosas trascendentes y no en este desatino, en esta esperpéntica intención de defender lo indefendible.

Quien apaña el absurdo de instalar al señor Rivas en un sitial para el que no tendría derecho legal ni catadura formativa, tiene, al parecer, la tremebunda determinación de exhibir con sobrada intencionalidad, ante propios y extraños, su poder absoluto, un poder que se impone más allá del discernimiento entre lo bueno y lo malo, entre la verdad y el engaño, entre lo recto y lo envilecido.

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Con lo que acontece con el señor Hernán Rivas no solo está en juego un cargo público trascendente. Simboliza mucho más. En primer lugar, expone la decadencia del coloradismo en lo intelectual y lo moral. Conozco colorados que sienten vergüenza de lo que representa el señor Rivas, pero nada dicen.

El señor Rivas es inculto, pero pese a sus extremas limitaciones cognitivas, a un extraño capricho se le ocurre entronizarlo. Un mensaje demoledor para los jóvenes paraguayos.

El señor Rivas representa el modelo de un poder que desprecia el conocimiento. Y eso le costará caro al país.

nerifarina@gmail.com