Presupuesto vs. romance: tres estrategias inteligentes para no pelear por los gastos en el destino

Presupuesto vs. romance en vacaciones.
Presupuesto vs. romance en vacaciones.Shutterstock

Viajar en pareja suele venderse como sinónimo de atardeceres perfectos, fotos de postal y cenas a la luz de las velas. Sin embargo, una de las principales fuentes de tensión en esas escapadas soñadas no tiene nada de cinematográfica: el dinero.

¿Cuánto gastar? ¿En qué? ¿Quién paga qué? Las discusiones pueden aparecer tan pronto como se pisa el aeropuerto. “Los conflictos económicos en vacaciones no suelen surgir por la falta de dinero en sí, sino por expectativas distintas y acuerdos poco claros”, explica la psicóloga de pareja y terapeuta familiar Laura Jiménez.

“El viaje pone bajo lupa la manera en que cada uno entiende el disfrute, el ahorro y el futuro”.

Presupuesto vs. romance en vacaciones.
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La buena noticia: es posible blindar tanto el presupuesto como la relación. Estas son tres estrategias que expertos en finanzas personales y vínculos de pareja recomiendan para no convertir el destino de ensueño en un campo de batalla.

1. Ponerle números al viaje… y al tipo de viaje

El primer error frecuente es hablar de “un viaje barato” o “nos damos un gusto” sin aterrizarlo en cifras concretas. Para algunos, “barato” es un hostel y comer en mercados; para otros, un hotel boutique y una cena de alta gama cada noche siguen siendo “un mimo razonable”.

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Presupuesto vs. romance en vacaciones.
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Antes de reservar, los especialistas recomiendan dos conversaciones clave:

  1. Tipo de experiencia. Definir si la escapada será de “modo ahorro”, “equilibrado” o “lujo puntual” ayuda a alinear expectativas.
  2. Techo de gasto diario. Más allá del costo de vuelos y alojamiento, fijar un rango diario por persona en moneda local para comidas, transporte interno, entradas y extras reduce al mínimo las sorpresas.

“El presupuesto debe ser realista con los ingresos de la pareja y con el nivel de ahorro previo al viaje. No tiene sentido estresarse por cada café, pero tampoco volver con una deuda que pese meses”, señala el asesor financiero personal Martín Araujo.

Una herramienta cada vez más usada son las apps de viaje compartidas (Splitwise, Tricount, entre otras), que permiten registrar los gastos en tiempo real y ver si se está respetando el techo acordado. No hace falta obsesionarse con cada moneda, pero sí llevar un control básico que evite la sensación de “esto se nos fue de las manos”.

2. Crear un “fondo común” y reglas claras de quién paga qué

Otro foco típico de conflicto es la desigualdad de ingresos. No siempre ambos pueden o quieren aportar lo mismo. Es común que una de las partes se sienta culpable por no poder seguir el ritmo o, a la inversa, que quien gana más se sienta usado como “billetera”.

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Para sortearlo, los expertos recomiendan armar un fondo común para el viaje con reglas claras:

  • Antes de viajar: cada uno aporta al fondo de acuerdo con sus posibilidades (50/50, 60/40 o la proporción que pacten). Lo importante es que el acuerdo sea explícito, no implícito. Ese dinero se destina a gastos compartidos: alojamiento, transporte interno, comidas de todos los días, entradas a lugares que ambos quieren visitar, etcétera.
  • Durante el viaje: todo lo que salga del fondo común no tiene “dueño”, se paga de allí sin reproches. Se puede tener una tarjeta específica para esos gastos o una billetera digital compartida. Si uno de los dos quiere un gasto significativo que el otro no comparte (un tour caro, una compra personal, una experiencia extrema), se acuerda que salga del bolsillo individual y no del fondo.
  • Después del viaje: si hubo diferencias o adelantos (por ejemplo, uno pagó los vuelos y se compensa luego), se regularizan con tranquilidad, sin mezclarlo con otros temas de la relación.

“En vacaciones no puede ser tabú hablar de plata. El tabú es el terreno perfecto para los malentendidos. Las reglas previas le quitan dramatismo al momento de sacar la tarjeta”, subraya Jiménez.

Esta estructura, además, protege a la relación de frases envenenadas como “yo pagué todo” o “nunca ponés nada”, que suelen aparecer cuando la cuenta no estuvo clara desde el principio.

3. Pactar márgenes de libertad (y de improvisación)

La idea romántica de “improvisar sobre la marcha” choca, muchas veces, con la realidad del presupuesto. Pero lo contrario —un viaje tan planificado y controlado que no permite salirse del guion— puede generar frustración y discusiones igual de fuertes.

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La clave, dicen los especialistas, es mezclar orden y libertad:

Además del presupuesto diario, se recomienda definir un porcentaje flexible: entre un 10 % y un 20 % del total del viaje que se reservará para decisiones espontáneas. Puede ser una excursión no prevista, una cena más cara de lo usual o esa noche en un hotel mejor que surge como oportunidad.

Saber que existe ese colchón reduce la tensión en el “momento de decidir” y evita la pelea entre “no, es muy caro” y “una vez en la vida”.

Además, no todo tiene que hacerse de a dos todo el tiempo. Uno puede querer dedicar una tarde a un museo caro; el otro, a una experiencia gastronómica. La regla práctica que sugieren los terapeutas de pareja es:

  • Los gustos individuales (que el otro no comparte) van por cuenta propia.
  • Los planes compartidos (que ambos disfrutan) salen del fondo común, siempre que estén dentro del presupuesto.

Unas horas separadas, con gastos independientes, también pueden aliviar tensiones. “Las parejas más sanas no son las que están pegadas todo el viaje, sino las que pueden ir y venir entre el disfrute compartido y la autonomía sin culpa”, apunta Jiménez.

Incluso con todas las previsiones, puede haber momentos de fricción: un gasto inesperado, un cambio brusco de precios, una tentación cara en un destino turístico. Los especialistas marcan una diferencia entre hablar de un gasto puntual y convertirlo en un juicio de carácter.

No es lo mismo decir:

  • “Esto se nos va del presupuesto que fijamos, ¿te parece que igual lo hagamos?” que:
  • “Siempre querés gastar de más” o “sos un tacaño”.

El consejo es volver al acuerdo inicial, no al ataque personal. Recordar qué se decidió antes del viaje —el techo de gasto, el colchón flexible, lo que va al fondo y lo que es individual— ayuda a discutir sobre un marco objetivo y no desde la emoción del momento.

Más que números: un termómetro de la relación

Los expertos coinciden en que la forma en que una pareja maneja el dinero en vacaciones suele reflejar cómo gestiona otros temas sensibles: proyectos a largo plazo, decisiones de vivienda, hijos, incluso retiros futuros.

“Si una escapada de cuatro días termina en una pelea fuerte por los gastos, es una oportunidad para revisar qué está pasando con la comunicación en general”, concluye Araujo. “A veces, la cuenta que se discute no es la del restaurante, sino la del reparto de responsabilidades y deseos en la vida cotidiana”.

Planificar un viaje con números concretos, un fondo común transparente y márgenes claros de libertad no le quita romanticismo a la experiencia: puede, de hecho, potenciarlo. Saber que las cuentas están en orden libera espacio mental para lo que realmente importa en el destino: sumar recuerdos juntos, y no reproches.