Tras veinte días de duros combates, la primera gran batalla de la Guerra del Chaco cesó el 29 de septiembre de 1932, con el triunfo de las armas paraguayas sobre las bolivianas, de modo que no está mal que un departamento chaqueño lleve su nombre. Poco después del armisticio que puso fin a las hostilidades tres años más tarde, el comandante en Jefe, entonces general José Félix Estigarribia, dijo a su par, el general Enrique Peñaranda, que su ejército era “uno de los mejores y más bravos del mundo”, a lo que este respondió que también el nuestro tenía “las más altas virtudes militares”. Ese mutuo respeto también se advierte hoy en las relaciones diplomáticas entre ambos países. Desde ya, es plausible que no hayan vuelto a surgir conflictos de límites ni de otra laya entre las dos naciones, pese a la considerable extensión de la frontera seca fijada por el Tratado de Paz, Amistad y Límites, de 1938.
El Paraguay y Bolivia comparten el destino geopolítico de la mediterraneidad y, por ende, el interés de que en la hidrovía Paraguay-Paraná no se adopten medidas contrarias al Acuerdo de Transporte Fluvial de 2018, suscrito también por Argentina, Brasil y Uruguay. Por eso mismo, también es necesario aumentar la conectividad entre los dos países, mediante obras viales que facilitan el intercambio comercial. En junio del año pasado, el presidente Santiago Peña y su colega boliviano Luis Arce firmaron un acuerdo referido a la integración regional, al fomento del comercio bilateral y a la cooperación en proyectos de infraestructura, en el marco de un vínculo basado en la confianza y el respeto mutuo, según dijeron.
Esa cooperación debería extenderse a una firme lucha contra el narcotráfico, pues bien se sabe que desde Bolivia suelen partir hacia nuestro país avionetas cargadas de drogas ilícitas. También se sabe que el mafioso uruguayo Sebastián Marset, muy ligado a nuestro país, estuvo operando campantemente desde Santa Cruz de la Sierra. Si el Paraguay debe instalar radares para detectar vuelos clandestinos, Bolivia tendría que acentuar el control sobre las pistas desde donde despegan. Actuaciones como estas valdrían mucho más que las protocolares palabras de circunstancia.
En efecto, es lamentable que, al recordar acontecimientos históricos como la épica batalla cuyo aniversario se conmemora hoy, las autoridades paraguayas se llenen la boca de un supuesto patriotismo, mientras que sus acciones están lejos de emular las de aquellos héroes que dieron hasta sus vidas en defensa de la patria.
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Es obvio que los reiterados escándalos en todos los niveles del sistema político-administrativo, que llegan incluso a afectar la investidura presidencial, son incompatibles con el amor a la patria. La corrupción atroz, que no se detiene ante la sanidad ni ante la educación pública, sigue repitiéndose sin cesar. Las licitaciones amañadas, con los sobrecostos de rigor, son moneda corriente, en tanto que los “polibandis” siguen haciendo de las suyas. Más de una vez se ha dicho que en las diversas instituciones hay “patriotas” vinculados al narcotráfico. Al asumir su cargo, los diputados juran o prometen “ante Dios y la Patria” ejercerlo “debidamente”, tras lo cual el presidente de la Cámara dice: “Si así no lo hiciereis que Dios y la Patria os lo demanden”. Es sabido que no son pocos, entre otros, los legisladores perjuros, los que venden sus votos o hacen uso indebido de influencias, por decir lo menos: no temen la demanda, al menos la de la Patria, porque confían en la impunidad brindada por una Justicia aparentemente sometida al poder político y económico o porque simplemente no tienen conciencia del delito.
En la paz, que hoy exaltamos al recordar la épica Batalla de Boquerón, el patriotismo debe manifestarse con el trabajo honesto y eficiente, contrario a la corruptela y a la ineptitud rampantes en la función pública. El verdadero amor a la Patria no se demuestra con meras palabras, con la erección de un obelisco en homenaje a los Héroes del Chaco ni con la declaración de un día feriado porque el equipo paraguayo participará en un campeonato mundial de fútbol: se demuestra con hechos, como en recuperar los beneficios que corresponden a nuestro país en Itaipú, de los que hoy se beneficia el Brasil mediante la injustificada permanencia de una cláusula lesiva a nuestro país.
Es fácil dárselas de patriota con gestos engañabobos. Los tres veteranos de guerra que aún sobreviven, que arriesgaron sus vidas en defensa del patrimonio nacional, hoy saqueado con toda desvergüenza por ladrones a sueldo de los contribuyentes, no merecen presenciar semejante infamia, al igual que la ciudadanía que se gana el pan trabajando. Hoy se debe ganar la batalla contra las iniquidades en la función pública, para lo cual es indispensable que la ciudadanía se movilice, pacíficamente y en el marco de la ley, contra quienes prostituyen nuestro país.