El doctor Pedro Ciancio y el destino de la soja en Paraguay

Por Decreto 5217, se ha declarado el 2021 Año de la Soja en Paraguay, y se ha otorgado un reconocimiento póstumo al doctor Pedro Nicolás Ciancio. En este artículo, la historiadora Beatriz González de Bosio nos habla de la introducción de la soja en Paraguay por el Dr. Ciancio como herramienta para combatir la desnutrición y de los posteriores problemas que su cultivo por parte del agronegocio conllevarían para el medioambiente y el campesinado.

El doctor Pedro Nicolás Ciancio (de pie, al centro) rodeado de sus hermanas.
El doctor Pedro Nicolás Ciancio (de pie, al centro) rodeado de sus hermanas.Archivo, ABC Color

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El doctor Pedro Nicolás Ciancio nació en Caazapá el 29 de junio de 1892. Pertenecía a una familia de inmigrantes italianos que llegaron al país a finales del siglo XIX y se asentaron en Karakarai, departamento de Caazapá, en el año 1880.

Hijo de José Ciancio y Filomena Sarubbi, fue el quinto de 10 hermanos; las dos primeras, nacidas en Italia, vinieron muy pequeñas, y los demás nacieron entre Karakarai y Caazapá.

Hizo sus estudios secundarios en Asunción y fue el mejor alumno del bachillerato. Fue premiado por el Gobierno con una beca de estudios en Europa, donde permaneció 10 años, graduándose de doctor en Medicina y Cirugía por la Universidad de Nápoles, con notas sobresalientes. De vuelta a su patria, fue nombrado catedrático en la Universidad Nacional de Asunción. Fue delegado oficial de Paraguay en el Congreso de Niños de Santiago de Chile en 1924, miembro de varias sociedades científicas y autor de numerosas investigaciones sobre nutrición, fisiología, sociología y filosofía. Falleció el 12 de enero de 1956 a los 64 años de edad.

Fue el introductor de la soja en Paraguay: «el cultivo de la soja en el Paraguay comenzó en 1921, el año en el que yo introduje la planta al país», escribe en su libro Ciencia de la nutrición. La soja y el problema alimentario del Paraguay, Asunción, Imprenta Nacional, reedición de 1974, p. 570.

Y lo hizo con la intención de ayudar a la nutrición y la economía campesina. Para ello tuvo que realizar investigaciones agrícolas y con un laboratorio precario logró adaptar tres especies para su germinación en nuestro suelo. De ahí se puso a realizar un apostolado y prédica incansables logrando en el proceso persuadir al ejército y al presidente José Félix Estigarribia de su utilización en los cuarteles.

Primero convenció a sus colegas médicos de las bondades del cereal. Para ello estudió a muchos autores europeos y realizó experimentos clínicos y laboratoriales para equiparar el valor nutritivo de la soja al de la carne. Se involucró también en política agraria, recomendando que cada parcela campesina tuviera espacio para este grano, y su utilización en la economía doméstica de subsistencia.

Los médicos pronto le reconocieron una contribución trascendente y la soja comenzó a ser industrializada de manera casera.

En mayo de 1940, una conferencia del Dr. Ciancio en la Universidad Nacional tuvo entre el auditorio al presidente de la República, general Estigarribia, y a todo su gabinete. Lo presentó el coronel Abdón Palacios, como presidente del muy influyente Círculo Militar y Naval. Como co-conferencista se encontraba el director del Hospital Militar, Prof. Dr. Manuel Rodríguez. La soja se había convertido en un tema afín a la seguridad nacional y a la economía paraguaya.

Ciancio nunca dejó de lado su trabajo científico y siguió estudiando las propiedades nutricionales y terapéuticas de la soja. Participó en conferencias médicas internacionales en varios idiomas. En 1950, el doctor Víctor Boettner, entonces ministro de Educación, resolvió premiar el libro Ciencia de la nutrición: la soja y el problema alimentario en el Paraguay. Y más adelante el ministro de Hacienda, general Barrientos, ya en el gobierno de Stroessner, le otorga un homenaje póstumo y auspicia la reedición del mismo libro «como aporte al reconocimiento de un producto agrícola que floreció mediante el esfuerzo de una vida ejemplar dedicada al noble ideal de servir a la patria y a la humanidad». Su viuda, Adela Sarubbi de Ciancio, recibió en su nombre reconocimiento de parte del gobierno nacional.

El Dr. Ciancio realizó una campaña incansable cuyo objetivo era persuadir de las bondades de la soja a toda la sociedad paraguaya para superar la crónica desnutrición campesina y sus problemas conexos, hipertensión por excesivo consumo de fritos y carne vacuna. Para ello, no dudó en crear y compartir con la población recetas básicas para el uso de la soja en platos accesibles, nutritivos y también agradables al paladar. Para él, la soja no era una medicina, era una alternativa de carne vegetal. Lastimosamente, por resistencias culturales, no fue aceptada como tal; el café y la leche de soja hoy tienen más aceptación, aunque Paraguay nunca superó el problema de desnutrición.

En algún momento, la soja dejó de ser un producto de la agricultura de subsistencia para convertirse en un commodity de alcance mundial.

Con la aplicación del ambicioso Plan del Trigo, en base a empréstitos internacionales, en las décadas de 1960 y 70, pronto se descubre que el microclima paraguayo no era favorable al trigo, lo que impedía que ese rubro fuese rentable. Sin embargo, traídas las maquinarias y habilitadas las plantaciones, fue relativamente fácil cambiar de rubro y cultivar soja. Así, la soja dejó de ser un rubro de la pequeña chacra y pasó a ser un producto de la agroindustria, con su concomitante necesidad de agroquímicos, grandes unidades de transporte, silos e industrialización primaria para la fabricación de aceites.

El impacto social de esta transformación agrícola fue incalculable. Promovió, aunque no inició, la deforestación masiva del bosque atlántico. Alentó el latifundio, aprovechando el bajo costo de la tierra y una política de reforma agraria muy errática. Fue responsable de la migración del campesino a los cinturones marginales de los polos de desarrollo paraguayos. Las multinacionales fueron atraídas por las enormes ganancias en un país que no gravaba el trabajo del campo. Su auge trajo aparejada la necesidad del uso extensivo de agroquímicos, aprovechando tanto una legislación laxa como los escasos controles, lo que pronto tuvo un impacto ambiental considerable en las napas de agua y sus afluentes y en la calidad de vida de los seres humanos. Por algo los menonitas, en su mayoría respetuosos del medioambiente, no se dedicaron a la plantación de soja.

Creo que el Dr. Ciancio estaría hoy muy angustiado por esta trasgresión del «teko pora» paraguayo. Él luchó por erradicar del país la desnutrición con un programa sustentable que hacía del campesino el eje del progreso nacional, y sin embargo su ideal de agricultura fue arrasado por la agroindustria y el international business como modelo en el marco de la globalización. Culturalmente, su prédica no tuvo los resultados esperados, a pesar de que varios gobiernos reconocieron su contribución y le brindaron sus auspicios. La sociedad paraguaya le otorga al Dr. Ciancio el estatus de héroe civil como propulsor de una ciencia imprescindible para un desarrollo sustentable.

Bibliografía

Beatriz González de Bosio: Pedro Nicolás Ciancio, el introductor de la soja en el Paraguay, Asunción, El Lector, 2014.

beagbosio@gmail.com

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