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Marcos Ignacio Rojas Mora, nacido el 9 de agosto de 1992 y quien tenía 29 años de edad, acusó ocho balazos el domingo de noche en el atentado perpetrado por un sicario durante el festival Ja’umina Fest, en San Ber.
El pistolero también mató a la conocida influencer Cristina Isabel Aranda Torres, nacida el 16 de setiembre de 1992 y quien coincidentemente también tenía 29 años.
Vita Aranda, como era conocida en las redes sociales, desgraciadamente quedó atrapada en la línea de fuego y fue una víctima colateral. Su segundo apellido lo tomó de su esposo, el futbolista de Olimpia Iván Torres, ya que su apellido materno es Carrillo.
En la balacera, cayeron heridas otras seis personas que participaban del festival de música, entre ellas los narcos pedrojuaninos José Luis Bogado Quevedo (38), alias Kuré, y Marcelo Eladio Monteggia Díaz (40), quienes ahora están presos en la Agrupación Especializada en espera de sus extradiciones a Brasil y Bolivia, respectivamente.
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El jefe del departamento Contra el Crimen Organizado de la Policía Nacional, comisario principal Sergio Insfrán, reveló ayer que una de las principales hipótesis sobre el motivo del atentado en San Bernardino es una deuda que aparentemente tenía el ahora fallecido Marcos Rojas con su proveedor de cocaína.
La Policía maneja la información de que Rojas era un emergente proveedor de drogas en el departamento Central, que compraba cocaína de grupos fronterizos, principalmente pedrojuaninos, y los revendía a los microtraficantes de ciudades como San Lorenzo, Ñemby, Capiatá y J. A. Saldívar.
Quería vender hasta sus muebles
En el celular de Rojas, recuperado luego de la balacera en el anfiteatro, se encontraron varias amenazas que recibió casi a diario el citado hombre al menos hasta el miércoles 26 de enero pasado, es decir, cuatro días antes de su muerte.
En el historial de conversación figuran también desesperados pedidos que hizo Marcos Rojas a su amenazante, a quien imploraba más tiempo para completar el dinero.
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Incluso, hay información de que Rojas andaba ofreciendo a la venta hasta los muebles y electrodomésticos de su casa para reunir la plata, siempre según la Policía. Paralelamente, Marcos Rojas andaba reclamando también insistentemente a algunos “clientes” que le debían plata.

El allanamiento
Los fiscales Alicia Sapriza, Federico Delfino y Lorenzo Lezcano, así como policías de Crimen Organizado, allanaron ayer la última casa en la que vivió Marcos Rojas, en Reducto, San Lorenzo.
La comitiva recogió algunos aparatos electrónicos y documentos que van a ser revisados para tratar de conocer más a profundidad las actividades del ahora asesinado Marcos Rojas, quien vivía en el lugar con su mujer, Liza Liuzzi Acosta, de 37 años.
Esta última se encuentra “desaparecida” desde la noche del atentado en San Bernardino.

Otra habitante de la casa allanada ayer es María Eugenia Liuzzi Acosta, de 36 años, hermana de Liza, quien tiene una hija con Martín Fischer Kurth, procesado por la fuga del narcotraficante Jorge Teófilo Samudio González (49), alias Samura.
Coincidentemente, Samura es concuñado del narco ahora preso José Luis Bogado Quevedo, alias Kuré, uno de los heridos en el Ja’umina Fest de San Ber.