Fiestas: cómo lidiar con las emociones

Pasada la Nochebuena, la efervescencia de las fiestas de fin de año todavía sigue alta. Es una época de celebración, de conclusión de ciclos y balances. Pero también es la época en que suceden la mayor cantidad de suicidios, feminicidios y episodios de violencia intrafamiliar. ¿Cómo cuidarse y cuidar a los demás de las consecuencias de este estado de exacerbación que en ocasiones lleva a decisiones y acciones extremas?

La salud mental como política pública es una cuestión a la que se le ha prestado muy poca atención hasta ahora. De hecho, recién desde hace un poco más de un mes nuestro país cuenta con la Ley 7018/22 de Salud Mental cuyo objetivo no es otro que asegurar el derecho a la protección de la salud mental.

Lo rescatable de esta legislación es que pone énfasis en una atención “más humanizada” de los pacientes y centrada en su contexto sicosocial. En un sentido práctico, se espera además que esta ley logre de verdad la transformación del Hospital Siquiátrico en un entro de atención de “urgencias siquiátricas” debido a las deplorables condiciones en que se encuentra en este momento. Pero para llegar a eso todavía falta un largo proceso.

Así las cosas, en este momento no existe un lugar físico al cual recurrir ante las urgencias que suponen los bajones y recaídas que algunas personas experimentan y que en estas épocas se disparan exponencialmente. Para peor, las depresiones, crisis de pánicos y otros trastornos que, para peor, no se perciben a simple vista porque físicamente, la persona que lo padece, se ve “normal”.

En una época en que ocurre la llamada “depresión navideña”, la sicóloga Juana Gauto echa un poco de luz de cómo enfrentar las emociones que nos disparan las fiestas de fin de año y que afectan a nuestra siquis: no pretender unas fiestas “perfectas”, no ceder a la presión de estar “felices y alegres” todo el tiempo.

También aceptar la pérdida y procesar el duelo, “tenemos derecho a estar tristes cuando el motivo principal de esa tristeza es la falta de un ser querido. Y sobre todo, aprender a decir que “no”, evitar hacer cosas sólo por compromiso u obligación, y llevar a cabo actividades que nos hacen sentir bien con nosotros mismos. Y si no hay forma de controlar esas emociones, buscar ayuda profesional.

Esta medida siempre será la más acertada frente al riesgo que pueda suponer el peligro inminente de estar en un contexto en que las emociones negativas pueden llegar a tener consecuencias nefastas.

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