La Basílica de la Virgen de Caacupé se alza cada diciembre como el epicentro de la fe católica en Paraguay, un santuario donde la devoción popular se materializa en promesas, sacrificios y, notablemente, en testimonios de milagros.
Entre la marea de peregrinos, la historia de la pequeña Gianna Victoria, de 8 años, y su familia procedente de Ciudad del Este, resplandece como un potente ejemplo de la intercesión que miles de fieles atribuyen a la Virgen de los Milagros de Caacupé.
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La niña nació con graves complicaciones de salud, incluyendo problemas cardíacos y hepáticos. La situación se agravó drásticamente cuando, a los ocho meses, se detectaron dos perforaciones en el corazón acompañadas de un severo problema en el hígado. Edgar Chandi, padre de la pequeña, relató el momento de la desesperanza profesional: “Prácticamente los médicos ya nos decían que acá no íbamos a tener solución, que en los hospitales públicos no le podían ayudar, tratar a mi hija”.
Ante la puerta cerrada de la ciencia, la familia Chandi se aferró a la fe católica como su única esperanza. Sin perder la confianza, recurrieron a la patrona de Paraguay, la “Virgencita Azul”. Hoy, Gianna Victoria goza de plena salud y, ya no requiere de medicamentos.
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Una ofrenda de gratitud: el cabello de Gianna
El cumplimiento de la promesa de la familia Chandi se ha realizado de una manera singular y emotiva: la donación del cabello de Gianna a la Virgen. Desde su nacimiento, el cabello de la niña nunca fue cortado. Esta cabellera larga y cuidada fue conservada meticulosamente para el día en que la familia pudiera cumplir su voto de gratitud.
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Vestida como la Virgen María, Gianna acudió por primera vez a la Basílica de Caacupé, acompañada de toda su familia. El acto fue la culminación de años de espera. “Vinimos a presentarle su pelo a la Virgen y darle nuestro agradecimiento infinito”, explicaron sus padres.
El cabello de la niña será donado para embellecer la imagen de la Virgen que la familia venera en su hogar en Ciudad del Este, un recordatorio tangible y permanente del milagro de la vida de su hija. La ofrenda no es solo un regalo material, sino un símbolo de la entrega y la humildad ante el poder de la fe.
Kilómetros de fe: en bicicleta desde Concepción
Entre las multitudes que caminan, se alzan historias de sacrificio extremo como la de los ciclistas promeseros que desafían la distancia y la dureza del camino para postrarse ante la Virgen de Caacupé.
Este año, un grupo de más de 20 ciclistas procedentes de Concepción, completaron una travesía de 500 kilómetros en bicicleta. No es una hazaña casual, sino la culminación de una promesa que se renueva anualmente, demostrando que la fe no conoce límites físicos.
Javier Sánchez compartió el testimonio del esfuerzo inmenso que implica esta peregrinación. “Salimos el día martes 2 de diciembre, pedaleamos 500 kilómetros, fueron tres días de peregrinación. El equipo completo está compuesto por más de 20 personas”, relató Sánchez.
La devoción de este grupo tiene una década de antigüedad, pues llegan en bicicleta a Caacupé desde el 2015. “Son 10 años viniendo en bicicleta, cada uno con sus promesas“, dijo.
Ruta de gran sacrificio
El viaje desde Concepción es largo y arduo según el relato de los ciclistas. “Nuestro camino para llegar fue difícil, vinimos por el Chaco. Además de la distancia, el camino es muy complicado. Hay tramos muy difíciles, tierra colorada, asfaltado, pozos por todos lados, es una ruta muy fea”, dijo.
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A las condiciones del pavimento, se suma el factor climático, un enemigo implacable en el verano paraguayo. “No hay sombras por el camino. Es muy sacrificado, pero cada año venimos junto a nuestra madre a agradecerle”, aseguraron los ciclistas, que estaban acompañados de sus familias.
En bicicleta desde Saltos del Guairá por un país mejor
La devoción a la Virgen de Caacupé es un motor que impulsa a los fieles a superar límites físicos en pos de la gracia divina. Una de estas historias es la de un grupo de ciclistas provenientes de la lejana Saltos del Guairá, quienes completaron una travesía de 388 kilómetros hasta la Basílica.
Durante siete años consecutivos, estos peregrinos han elegido la bicicleta como vehículo de su fe, pero este año, su esfuerzo de tres días de pedaleo tiene un enfoque más profundo: rogar por un Paraguay mejor.
Don Carlos Moreno, uno de los peregrinos, articuló el sentir del grupo, enfatizando que la motivación este año es profundamente cívica y espiritual: “Vinimos para pedir por nuestra ciudad, por los gobernadores, por todo lo que estamos sintiendo y pasando hoy en día en nuestro país. Ese es el principal motivo, pero también para motivar a los chicos, para que ellos crezcan con mentalidad positiva, honrando a Dios y por la Virgen”.
Su fe, puesta sobre ruedas, busca la intercesión de la “Virgencita Azul” para iluminar los caminos de la nación.
Pidieron por la salud y educación
El peregrinar de Moreno y sus compañeros no es ajeno a las realidades que azotan a la población paraguaya, especialmente en zonas distantes de la capital. Los ciclistas lamentaron las carencias estructurales que enfrenta el país, destacando de manera crítica la situación de la salud y la educación.
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“A veces no encontramos socorro en los hospitales. Lo que más falta, son siempre los medicamentos. Vas a un hospital y te da tristeza, te da pena, porque hay personas de pocos recursos, duele mirar así a tu prójimo, a esa persona que no tiene recursos y le falta remedio, que sale a la calle a buscar y pedir ayuda. Duele mucho ver así el país”, expresó.
Este testimonio en el santuario de Caacupé resuena con el clamor de miles de paraguayos que encuentran en la fe el único refugio. Don Carlos no dudó en enviar un mensaje directo a las autoridades nacionales y desde los pies de la Basílica, el peregrino dirigió su ruego al presidente de la República, Santiago Peña, y a la ministra de Salud, María Teresa Barán, solicitando una mirada más atenta a las necesidades sanitarias, particularmente para los ciudadanos de escasos recursos.
La fe a mamá María como único auxilio
La fe católica que inunda la festividad de la Virgen de Caacupé se manifiesta no solo en el fervor de las multitudes, sino en las silenciosas y heroicas peregrinaciones individuales. Entre los miles de fieles que acuden al santuario, se encuentra Noelia Mercado, una madre de Caaguazú cuyo peregrinar anual es un conmovedor testimonio de amor incondicional y fe inquebrantable en la intercesión de la Madre de Dios.
Noelia llegó a la Basílica de la “Virgencita Azul” empujando la silla especial de su hijo, Juan Marcelo, de 14 años, quien padece parálisis cerebral.
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Este es un rito de esperanza que se repite año tras año, viajando desde Caaguazú en transporte público hasta el Ramal de Piribebuy y de allí a pie hasta la Basílica. Para ella, el agotamiento físico es secundario frente a la fuerza espiritual que la mueve. “Desde que él es chiquitito venimos, porque nuestra fe es grande”, aseguró.
Cada paso que da es una oración, y cada empujón al carrito es una ofrenda de amor y una súplica por la salud de Juan Marcelo.
La fe frente a la carencia
La peregrinación de Noelia, como la de muchos paraguayos, está marcada por una dolorosa realidad: la lucha diaria por costear los tratamientos médicos necesarios. La fe que la lleva hasta la Basílica también la impulsa a buscar ayuda en el camino, pues aprovecha la afluencia de peregrinos para vender golosinas y de ese modo costear las medicinas de su hijo.
Ella compartió la difícil situación económica que atraviesa, pues la medicina de Juan Marcelo tiene un costo mensual de G. 2.400.000 y la ayuda social que recibe de G. 300.000 es insuficiente.
La Virgen de Caacupé se convierte así no solo en la abogada de la salud, sino también en el último recurso ante la falta de ayuda terrenal.
La historia de Noelia y Juan Marcelo es un poderoso testimonio de la fe católica encarnada. En su sacrificio, se refleja la perseverancia de miles de familias que confían en el poder de la oración y la intercesión de la Virgen para conseguir lo que el Estado no brinda.