TAIPÉI. El presidente taiwanés, William Lai Ching-te, advirtió que el “creciente autoritarismo” de la República Popular de China no se detendrá con la isla, y urgió a los países democráticos a unirse para contener su expansión.
Al ver el comportamiento de ciertos grupos y organizaciones sociales, vemos cómo la historia vuelve a repetirse. La repetición de una narrativa cargada de mentiras, sin argumentos. La zozobra de un enemigo externo. La violencia y prepotencia. Son actos que parecieran fueron sacados de un manual de los camisas pardas de Mussolini, o de los nazis.
La culpable es la tercera generación. “Padre laborioso. Hijo millonario. Nieto botarate”, sentenció Álvaro. Fue una conversación a cuatro voces en la que hubo un acuerdo casi total. El peruano Álvaro Vargas Llosa, el economista argentino Gerardo Bongiovanni, la cubana Linda Montaner –mi mujer– y este desdichado escribidor.
Sobre la Autopista de Ñu Guasu, varados en la cola de vehículos que se forma cada mañana antes del viaducto de Calle Última viniendo de Luque (¿alguien puede explicar cómo rayos se lograba cruzar por allí antes?) y soportando a los avivados que adelantan por la banquina para complicar más aún la situación, padre e hijo observan al grupo de soldados de la Aviación que, en un camino interno de tierra de esa Unidad Castrense, realiza un vigoroso trote entonando animosos cánticos militares.
No deberíamos banalizar el concepto de dictadura. Somos hijos de un régimen político-militar que actualmente conocemos como “stronismo” y no caben dudas de que nuestra sociedad aún arrastra secuelas de esa época.
Aprovechando la ola mundial de homenajes y comentarios por el cumpleaños del popular lingüista estadounidense Noam Chomsky (Filadelfia, 7 de diciembre de 1928), recordamos esa suerte de versión televisada y setentosa de la «querella de los universales» que fue su debate de 1971 con el filósofo francés Michel Foucault.