La última estación de Martin Amis

La muerte, escribió en London Fields (1989), «nos mantiene ocupados. Porque mirar a otro lado es un trabajo de tiempo completo». Adiós a Martin Amis (Swansea, Gales, 25 de agosto de 1949 - Lake Worth, Estados Unidos, 19 de mayo de 2023), renovador de la novela británica del siglo XX.

"Portrait of Martin Amis as a young dog..." (Tzé, 2023).
"Portrait of Martin Amis as a young dog..." (Tzé, 2023).

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Mediada la década de 1950, la prensa dio en llamar angry young men a un grupo de jóvenes novelistas y dramaturgos británicos cuyas obras, con perdón por lo grueso del resumen, contaban la historia de un protagonista 1) de origen obrero, 2) de sexo masculino, 4) harto de la hipocresía de una sociedad dominada por viejas redes de familias con pedigrí pasadas por aulas de Oxford y Cambridge, 3) incapaz de cambiar su opresivo destino proletario o mesocrático, 5) que ahoga su frustración en la bebida y otros excesos.

La etiqueta se popularizó en 1956 con el éxito de la obra teatral de John Osborne Look Back in Anger, pero los rasgos esenciales ya estaban en Lucky Jim (1954), la primera novela de Kingsley Amis, donde Jim Dixon, un chico de origen obrero que llega a ser profesor en una universidad de provincias, desentona en el ambiente académico y vive a punto (por buenas razones: incendia la cama con el cigarrillo, dicta una clase totalmente borracho…) de perder el puesto.

Cuando al fin lo pierde, las diferencias profundas y perdurables bajo la superficie móvil de las reformas (como esa Education Act que en 1944 quiso abrir las puertas de la educación a todos) se confirman pétreas. Pétreas las presentimos ya en el primer capítulo, cuando Jim y Welch van por el pasillo –«Welch, alto y enjuto, de lacio cabello cano; Dixon al lado, bajo, rubio, de cara redonda e insólita capacidad torácica»– y su contraste físico presagia todos los demás contrastes –de origen familiar, de círculo social, de hábitos, de modales, and so on…–.

Como tantas criaturas literarias de los angry young men, Jim Dixon se parece al autor en varios rasgos. En la afición al alcohol, por ejemplo. Pese a la cual Kingsley Amis fue muy disciplinado (durante largos años, dedicó las mañanas a escribir, y solo las horas restantes a beber) hasta que el querido vicio se volvió en su contra y, en palabras de su amigo Christopher Hitchens, «le robó su ingenio, su encanto y su salud».

Kingsley Amis murió a los 73 años. A la misma edad ha muerto hace unos días su hijo Martin, que a los 23 publicó su primera novela, The Rachel Papers (1973). Si a Kingsley Lucky Jim le dio la fama instantánea y el premio Somerset Maugham de ficción, The Rachel Papers también le valió el Somerset Maugham a Martin. En los años siguientes, mientras Martin sumaba éxitos de crítica y ventas –Dead Babies (1975), Success (1978), Other People (1981)…–, los libros de Kingsley recibían cada vez menos atención, tanto que en 1984 le comentó a Philip Larkin en una carta: «Por supuesto, Martin Amis ya es más famoso que yo…».

Cuando murió, Kingsley había publicado veinticinco novelas, siete poemarios y once ensayos; Martin deja quince novelas, cuatro libros de cuentos y ocho ensayos. Ambos estuvieron en el centro de los principales movimientos literarios de su época y su idioma, Kingsley con los angry young men, Martin con ese grupo sin nombre de escritores clave como Hitchens, Rushdie, Ian McEwan y otros.

Ambos escribieron guías de pecadores, Kingsley sobre el arte de beber, Martin sobre el arte de jugar, y entre los sesentosos pubs de Kingsley y los pinballs ochenteros de Martin viaja el mismo desbocado caudal de los grandes vicios y pasiones. Ambos tuvieron el don de la risa amarga y la ironía corrosiva. Quizá Martin nunca escribió un libro tan locamente divertido como Lucky Jim, ni Kingsley una sátira tan dura como Money.

En The Rachel Papers (1973), Charles Highway cierra su decimonoveno año repasando su diario de los últimos doce meses. Su vida, más real cuando está escrita –su vida, que prefiere leer–. En la década siguiente, la Gran Bretaña de Thatcher y los Estados Unidos de Reagan son escenario de Money (1984), narrada por ese manojo de apetitos consumido por el consumo y criado a dieta de cultura basura que es el protagonista, John Self, con sus experiencias sexuales engendradas en la industria porno y el dinero como dios destructor que gobierna sus actos. Experience (2000) nos traerá un cóctel de memorias, culto a los ancestros, opiniones, chismes, momentos de lujosa vacuidad y líneas de pesadilla (oh la prima Lucy Partington, víctima del serial-killer Frederick West –tragedia real–). Aceptemos el capricho de la lista aleatoria dado lo imposible de tocar aquí todos los libros que en este mundo deja el hijo de Kingsley –Unlucky Jim, el feroz destructor de su propio hígado, que escribía con bilis en vez de tinta–. Ahora Martín ha llegado al final de su novela, esa última estación donde su padre lo espera con un vaso en cada mano.

(*Nota de la Redacción: La muerte de Martin Amis ocurre un día después de la proyección en el Festival de Cannes del largometraje The Zone of Interest, del director y guionista Jonathan Glazer, adaptación cinematográfica de la novela homónima publicada en 2014.)

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